Lo más extraordinario de estos días festivos es que, por más adversas que sean las situaciones en las que nos encontramos, la esperanza nos potencia siempre.
Y no tenemos por qué cuestionarnos respecto a estos sentimientos de fe en el futuro. Muy por el contrario, cabe más bien preguntarnos por qué el ser humano tiende a esperar lo mejor del porvenir. Parece algo intrínseco a nuestra especie, porque en todas las culturas y religiones conocidas existe un fin de año, y el deseo para el nuevo ciclo solar, es que siempre sea mejor que lo que estamos dejando atrás.
Sí, es cierto: muchas veces es difícil, si lo analizamos desde la lógica. Podemos sacar las cuentas de nuestras adversidades y darles incluso más poder del que realmente tienen.
O podemos, más bien, abandonarnos en nuestra esencia espiritual, en la fe que también parece intrínseca a quienes poblamos ese planeta, a quienes muy especialmente estamos hermanados en la creencia cristiana, y confiar en que las cosas sean mejores mañana.
La esencia del ser humano es el progreso, y quizá quepa citar aquí aquello que dice el famoso dicho: “A Dios rogando y con el mazo dando”. Sí, el futuro y el porvenir es responsabilidad nuestra, de nuestro esfuerzo y de nuestro trabajo. Pero también hay que confiar en ese algo inmaterial e intangible que nos trasciende y que, de alguna forma inexplicable, influye en nuestras vidas.
Por eso, nos atrevemos a pedir al 2022 lo mejor para Venezuela. A afirmarlo, a confiar en nuestra fe en Dios y a tener la certeza de que, entre la providencia y nuestro esfuerzo, todo será mejor en este nuevo tiempo que se abre ante nosotros.
Nuestro primer voto es por la mejora de la situación económica nacional. No faltará quien nos tilde de materialistas, o de ser excesivamente pragmáticos. Pero es de una urgencia extrema que nuestros números mejoren y se pongan en azul.
Y esto no va a suceder hasta que no se entiendan ciertas cosas: que la administración central no puede estar a cargo de todo, que no puede acapararlo todo. Que no tienen ni la fuerza, ni el poder ni el conocimiento como para pretender que todo el sistema dorsal de las finanzas nacionales sea arropado bajo su paraguas.
Ese ha sido el gran fracaso económico nacional de los últimos tiempos. Un Estado hipertrofiado, metiendo sus narices donde no debe, pretendiendo que lo sabe todo cuando no es así; metiendo la pata en el manejo errado de las situaciones de crisis, por no confiar en quienes saben sino en quienes le son incondicionales. Esa es la historia del fracaso nacional reciente.
Y ciertamente, se necesitará de la intervención de la providencia divina para que esto sea entendido. Solamente después de esto, el trabajo efectivo de todos podrá tener resultados y lanzarnos por una nueva senda de esperanza y recuperación.
También nos urge como nación el abatimiento de la pobreza. Un mal que hace metástasis imparables entre nuestros ciudadanos, las cuales tienen como consecuencia un sufrimiento que todos vemos de primera mano. Trabajo y prosperidad es la solución; pero si no vemos a ese monstruo a la cara, si no lo reconocemos y admitimos su existencia, no podremos dar el primer paso para disminuirlo y arrinconarlo.
Y este objetivo se logra solamente siendo productivos, laborando intensamente, manteniendo una administración sana y equilibrada. Sí es posible, pero debemos reconocer que estamos en un terreno muy adverso y trabajar muy duramente. Todos. Porque este es un mal que está torpedeando los pilotes mismos del país y que nos tiene en riesgo a todos.
Nos urge también de manera prioritaria en esta lista de deseos para 2022 una mayor sensibilización hacia nuestros adultos mayores. Una sensibilización que se traduzca en hechos tangibles que mejoren realmente sus vidas, no simplemente en la verbalización de unos buenos deseos.
Necesitamos para ellos salud, seguridad social, respeto y dignidad. Es desgarrador ver cómo la están pasando quienes entregaron una vida al trabajo que enriqueció al país y que actualmente apenas sobreviven. Es una vergüenza, que debe ser enfrentada con suma urgencia.
Esperamos también que este 2022 nos ponga en la senda de la reconstrucción de nuestra cultura democrática. Que esta sociedad fragmentada y atomizada pueda encontrar la manera de dialogar, de discutirse a sí misma, de conseguir consensos y puntos en común para la reconstrucción del país, sin irrespetos y con una ética que se nos extravió en alguna parte; pero que existe y que puede ser retomada si insistimos en apegarnos a ella.
Y no deseamos mucho más, porque creemos que, con estos breves y urgentes deseos, lo demás vendrá por añadidura. Regresar a las líneas esenciales del camino será una manera de que, por consecuencia, todo lo demás vaya tomando su lugar. Abramos la puerta al 2022 con la certeza de lo mejor.