«Reconciliación, una urgencia»

En esta pausa anual de gran contenido espiritual, es usual –y necesario- hablar de actitudes positivas para el alma. Y también es urgente ponerlas en acción. 

Entre todas esas virtudes que deseamos ejercer en fechas navideñas, hoy queremos hablar de reconciliación. 

Y deseamos hacerlo, porque hoy es una palabra dura de tragar para muchos venezolanos. Especialmente este año, cuando más que fracturados, estamos atomizados. 

El reciente evento electoral de noviembre nos puso bajo nuevos niveles de estrés, que han sido muy superiores a los ya vividos por este tipo de circunstancias, lo cual no es poco decir. 

En tiempos no muy lejanos, la gruesa grieta nacional pasaba entre el chavismo y la oposición, dividiendo a la ciudadanía en dos toletes. Una división simplista, pero bastante parecida a lo que sucedía en la realidad. 

Hoy, cuando hemos andado bastante camino, las heridas de estos tiempos adversos se han hecho bastante más complejas. 

Algún analista político viene hablando desde hace ya un tiempo de “Las oposiciones”. Y no nos parece para nada desacertado. Es la forma de decir, en palabras concretas, que nos atraviesan diversas brechas que no nos dejan operar como unidad, como la unidad que tanto necesitamos para elevarnos hasta el siguiente paso, hacia la nueva etapa histórica que tanto necesita Venezuela. 

Y es que nos hemos preocupado por clasificarnos, más que por unirnos y reconciliarnos. Ahora somos “radicales”, “colaboracionistas” y un largo etcétera que nos deja convertidos en un mosaico complicado y totalmente inconveniente al momento actual.

Lo mismo sucede del lado del oficialismo, quienes obtienen los apelativos de originarios, disidentes, radicales y pare usted de contar. 

Esto, para no hablar de los encarnizados enfrentamientos entre unos grupos y otros. E incluso, de los que hemos visto entre quienes emigraron y quienes se quedaron en el país, ya que entre ellos hay visiones divergentes de cómo enfrentar y superar esta etapa tan negra de nuestra historia. 

Lo más triste, es que unos cuestionan la decisión del otro, sea emigrar o quedarse, cuando en ambas acciones hay motivaciones muy válidas y justamente, deberíamos ocuparnos todos en conjunto de volver a levantar una nación donde tengamos cabida nuevamente todos, tal y como fuera en alguna oportunidad, cuando más bien esta tierra era el destino preferido de los emigrantes del mundo.  

La división se profundiza, se arraiga, se complica. Y como las fallas tectónicas, se mueve para modificarse, causando estragos con cada movimiento y quedando aún peor. 

Tenemos que afirmar que los venezolanos no éramos así. No es parte de nuestra naturaleza, y lo sabemos. Quizá pocos gentilicios puedan ser más amistosos, amables y empáticos que el nuestro. Siempre se ha reconocido a nuestra gente por esa facilidad de emociones y sentimientos positivos, e incluso es lo que caracteriza a nuestras hoy vastas colonias en el exterior, de cara a los nuevos entornos que les toca vivir. 

Y es muy lamentable que vayamos perdiendo estas virtudes, justamente en los momentos cuando más las necesitamos. 

Por eso, queremos aprovechar estos días navideños, en los cuales nos revisamos y nos llenamos de buenos propósitos de cara al Año Nuevo, para poner sobre la mesa este tema. 

Nuestro primer deseo para Venezuela en 2022 es la reconciliación. Que encontremos ese cemento que nos unifique como gentilicio, que las diferencias puedan ser discutidas y manejadas en democracia, que recordemos siempre que tenemos un país que compartimos y principios inamovibles que nos identifican a todos, más allá de que tengamos visiones diversas sobre cómo llegar al ansiado y merecido bien común.

Muchas veces se ha dicho: si no remamos todos en la misma dirección, si no entendemos que estamos en el mismo bote, estaremos condenados al fracaso. Y será un naufragio extremadamente doloroso en todo sentido. 

Visualicemos para este nuevo año el entendimiento y el acercamiento, el respeto y la tolerancia; la capacidad de sostener un debate político de altura y el propósito de resolver nuestras diferencias a través del ejercicio de la democracia y no de las imposiciones, que tanto daño nos han hecho. 

Comencemos a reconstruir desde abajo, desde nuestras relaciones familiares, laborales, con los vecinos. Parece un lugar común, pero es la forma de cambiar. 

Y lo mejor es que lo tenemos en nuestros genes, lo traemos en nuestra memoria. 

También toca a la dirigencia –o a quienes pretenden serlo- dar el ejemplo de inclusión, de encuentro, de entendimiento. Con la acción se predica mucho más que con la palabra. 

Solamente a través de este ejercicio podremos alcanzar la paz, la prosperidad y el bienestar que todos deseamos y merecemos. Ese es nuestro deseo para estos días festivos y para el año que está por comenzar.

 

–> Ir a página principal <–