La prensa internacional ha sido sorprendida esta semana por la novedad de la apertura de oferta de venta pública de acciones a manos privadas, por parte de empresas del gobierno venezolano.
La noticia no es poca cosa y es realmente como para dejar la quijada en el piso a todo el planeta. Se anunció que se va a sacar a la venta entre un 5% y un 10% de las acciones de varias empresas públicas, para la supuesta inversión nacional o internacional.
Estamos hablando de que esta propuesta parte de una administración que ha cometido el error garrafal de pretender abarcarlo y controlarlo todo, de convertir al Estado en el mayor monopolio, de condenar y perseguir al capital y a la iniciativa particular.
Sí, es la misma propuesta política que ha hipertrofiado la lista de propiedades de la nación hasta hacerlas inmanejables, que sabe de hoteles y de hipódromos, de todo cuanto exista bajo el sol. La misma que implementó controles en los precios, en el mercado cambiario y estatizó empresas.
Sin embrago, la noticia no agarra totalmente por sorpresa a quienes han hecho seguimiento del tema.
En primer lugar, porque desde hace rato se viene comentando colectivamente la inviabilidad de este modelo; y adicionalmente porque desde el año pasado, organizaciones no gubernamentales como Transparencia Venezuela han informado de negociaciones del gobierno con privados para entregar empresas estatales, identificando casos vinculados a los sectores agroalimentario, turismo y manufacturero.
Se trataría de las mismas otrora florecientes empresas que fueron expropiadas a contrapelo y sin compensación alguna, que ahora se han convertido en una carga por lo improductivas que son, gracias a una gerencia catastrófica.
Para justificar que la inesperada medida entrara en vigor, se alegó que las empresas necesitan «capital» para su desarrollo. “Capital”, ¿recuerdan esa palabra? La misma que ha sido perseguida y satanizada desde hace más de dos décadas. La misma que es el motor del bienestar y el progreso mundial. Esa misma que en Venezuela ha quedado con una pata coja, a cuenta de tantos golpes recibidos.
«Necesitamos tecnología, necesitamos nuevos mercados «, son algunas de las declaraciones que apuntalan esta justificación. Esto se había dicho hasta el cansancio, en estas dos décadas de comernos la flecha en dirección opuesta al progreso mundial.
¿Cuántas oportunidades perdidas, cuánto sufrimiento se ha podido evitar a nuestra gente con el temprano reconocimiento de esta equivocación? Eso es algo que no sabremos jamás.
El instrumento de comercialización será las bolsas de valores de Venezuela, las mismas que se estaban muriendo de mengua por la actividad casi nula del sector privado, por culpa de un experimento desquiciado que ha sido intentado en muchas latitudes con similares resultados catastróficos, y al cual no teníamos por qué ser sometidos los venezolanos.
Por ejemplo, la Bolsa de Valores de Caracas reporta en sus últimos meses una actividad de apenas 22 compañías; lo cual nos permite medir cuánto se encogió el otrora próspero mercado de valores caraqueño.
Se remata diciéndole al venezolano de a pie que podrá convertirse en inversionista, lo cual no pasa de ser un mal chiste, cuando el grueso de la población apenas anda resolviendo para lo que es su subsistencia más elemental.
Esto implicaría romper con el ineficiente modelo económico que se ha etiquetado como socialista y que no ha hecho otra cosa que dejar al país en neutro, en punto muerto respecto a las crecientes economías de otras latitudes. Y en este sentido, no crecer es simplemente decrecer.
Relajar los controles será siempre una buena idea. Las economías crecen más en libertad que bajo corsés impuestos. Y esto es matemático, seguir pretendiendo experimentar es simplemente inútil y nocivo.
Pero si esta propuesta de rectificación es cierta, debería ir mucho más allá para poder ser eficiente y sacar al país de las penurias que enfrenta.
Se debería tratar primero de establecer un marco jurídico y de respetarlo, porque hay que recuperar una confianza que se ha desmantelado por completo. Y la confianza se recupera con acciones.
Devolver empresas expropiadas a sus dueños sería una señal contundente, tanto como repotenciar la banca para que pueda ofrecer préstamos a la iniciativa particular; solamente por poner dos ejemplos.
Al momento de cerrar estas líneas, el panorama de la esperada venta de acciones continuaba siendo incierto, ya que no se inició cuando estaba previsto.
Tocará esperar para ver si son ciertas todas estas declaraciones de rectificación y de buena voluntad; porque las hemos escuchado más de una vez, cuando los venezolanos tenemos el agua al cuello.