«Colinas de Bello Monte: una lección»

El reciente incendio ocurrido en la urbanización baruteña Colinas de Bello Monte, fue un suceso que conmovió a toda la ciudad de Caracas. El incendio, que se inició en un local comercial, afectó locales residenciales y viviendas, algunas en condiciones de pérdida total. 

La gruesa columna de humo negro alarmó a los vecinos y a buena parte del este de la ciudad. Y esa conmoción fue el inicio de un movimiento humano que nos hace reflexionar sobre cómo enfrentar estas tragedias. 

Lo primero que hay que decir es que, una vez más reiteramos nuestra admiración a la comunidad de la zona. Colinas de Bello Monte ha sido, desde que tenemos memoria, un lugar con un ejemplar y creciente movimiento de vida vecinal. 

Cuando tuvimos la suerte de trabajar como servidores públicos del municipio Baruta, aprendimos mucho de ellos. De su comunicación, de su solidaridad, de su organización, de su iniciativa. 

Y eso se puso de relieve en la desgracia ocurrida el pasado lunes, que por suerte no cobró vidas. Allí fueron afectadas 12 familias y se contabilizaron ocho personas heridas. Los vecinos fueron los primeros en difundir la noticia a través de las redes sociales, como también se adelantaron a extender su solidaridad a los afectados, entre quienes se cuentan familias que lo perdieron todo en el edificio Riverside, un inmueble de viviendas que fue totalmente destruido. 

En segundo lugar, hay que hablar de los bomberos. Puede resultar redundante el decirlo; pero hay que ir más allá de afirmar lo conocido: que es una de las labores más bendecidas con nobleza y abnegación. 

El sentido del deber que marca a estos profesionales los llevó a luchar contra las llamas –que resultaron especialmente voraces- hasta bien avanzada la madrugada del día siguiente. No cejaron hasta que su trabajo no quedó absolutamente completado, con el fin de asegurar a la comunidad que el peligro había sido conjurado. 

Ha corrido incluso en redes sociales el muy humano gesto de rescatar a un cachorrito y suministrarle agua, una acción que conmovió a quienes la conocieron y que habla del corazón y de la sensibilidad que prodigan estos venezolanos de uniforme, un traje que infunde respeto, admiración y agradecimiento. 

Otro aspecto a destacar, y que sin duda nos debe servir de lección a todos, es la colaboración y la solidaridad con la que la profesión de bombero se ejerce, de cara a la circunstancia extrema que afrontan en sus labores y a los riesgos que envuelve, tanto para ellos como para las potenciales víctimas. 

El devastador siniestro fue atendido por el Cuerpo de Bomberos del Distrito Capital y por Protección Civil Baruta, con la mística que distingue a estas instituciones. Sin embargo, a ellos también se unieron efectivos y unidades del prestigioso Cuerpo de Protección Civil del Municipio Chacao, en una labor coordinada y efectiva hasta donde fue posible. 

Aquí, la unión en un propósito superior fue ejemplar. No se distinguió jamás si equipos o personal pertenecían a una jurisdicción o a otra. Y resulta admirable el profesionalismo que les permitió accionar de manera efectiva y coordinada ante una emergencia que los ponía contra reloj y que no permitía tiempo para dudar. 

Los mismos bomberos comentaron que habían hecho el mejor trabajo posible dentro de las limitaciones que establecen sus equipos. “Nos hacen falta recursos para atender este tipo de eventos”, dijo a los medios de comunicación Claudio Martínez, coronel jefe de la zona operativa 3 de los bomberos de Distrito Capital.

Es una deuda nacional, sin distinciones políticas, la reivindicación de estos trabajadores públicos, tanto en las mejoras de sus condiciones laborales como en las del equipamiento que necesitan. 

También hubo efectividad en la labor de la Alcaldía de Baruta. Un liderazgo sensible que pudo canalizar el caos en la zona del incendio y ocuparse de reacondicionar las vías públicas tras la retirada de los bomberos. 

Y por supuesto, queda siempre también la reflexión ante estas situaciones. ¿Qué pudimos hacer para evitarla? En este sentido también hay una deuda nacional respecto a prevención y manejo de este tipo de situaciones. 

Según refiere el sitio web de noticias El Pitazo, los incendios en apartamentos, empresas e instituciones públicas en Caracas han aumentado en los últimos meses. “Desde junio de 2021 hasta enero de 2022 se han registrado al menos siete incendios de gran magnitud en la capital venezolana”, agregan. Una información para la reflexión. 

Nunca será suficiente, cuando nos enfrentamos a potenciales pérdidas de vidas humanas, así como a las pérdidas materiales, que también hieren porque son el fruto de un trabajo, a veces de una vida entera. 

Pero, sobre todo, debe quedar la lección de esa vocación del venezolano de volcarse a ayudar sin egoísmos cuando la tragedia llama. Sigue siendo nuestra bendición.

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