A las 5:50 pm del pasado lunes 18 de octubre, el Instituto Venezolano de los Seguros Sociales anunció a través de su cuenta de la red social Twitter que había depositado las pensiones de los adultos mayores correspondiente a noviembre y adicionalmente, un mes de aguinaldo.
El asunto está en que el monto fue de apenas 14 bolívares, es decir 14 millones de bolívares de los del cono monetario anterior o lo que es equivalente a apenas 3,5 dólares.
De esta manera, el abono realizado por el IVSS desestima las proyecciones de que, una vez ejecutada la reconversión monetaria, podría producirse un aumento de sueldo.
Una pensión en Venezuela es de 7 bolívares mensuales. Es decir, el costo de los alimentos no es cónsono con los ingresos que perciben los adultos mayores. El Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros calcula que una persona requería, en agosto de 2021, unos 136 salarios mínimos mensuales para cubrir los gastos básicos de alimentación. Ese es el tamaño de la brecha entre ingresos y necesidades que padece nuestra patria en el momento actual.
Nos quedamos cortos al decir que esta es la más lamentable muestra de irrespeto a nuestros adultos mayores. A los mismos que forjaron este país con su trabajo y que ahora, en los que deberían ser sus años dorados están viendo penuria y escasez.
Esto sucede en el país con las mayores reservas petroleras del planeta. Unas reservas que no valen de nada si no se saben extraer y administrar adecuadamente.
Para contextualizar lo grotesco de este asunto, debemos decir que, de nuevo según el Cenda-FVM, la Canasta Alimentaria Familiar del mes de mayo de 2021, se ubicó en Bs. 852 millones 902 mil 403 bolívares con 21 céntimos de los ahora antiguos. Esto es 852, 90 de los nuevos o 284,30 dólares estadounidenses.
Otro indicador que refleja esta realidad es la denominada Cesta Petare, que incluye el precio de productos como el cartón de huevos, harina de maíz precocida, queso blanco, carne, café, arroz, aceite y azúcar.
Para adquirir esta Cesta, el pasado lunes 18 de octubre se necesitaban 28,88 dólares o 118,10 bolívares de acuerdo con la información divulgada por el Observatorio Venezolano de Finanzas. Es decir, se necesitan 8,2 veces el monto de lo depositado por concepto del mes de noviembre y de los aguinaldos.
Hasta no hace mucho en Venezuela, el aguinaldo era el merecido premio a un año entero lleno de esfuerzo y trabajo. Dicho abono servía par comprar los ingredientes de las hallacas y otros platos de la cena navideña; así como el estreno de ropa y algo necesario para la vivienda, como un electrodoméstico o un par de manos de pintura.
Todo eso se ha ido volviendo sal y agua en el camino, hasta llegar hoy a la vergüenza actual de un sistema que no sabe cómo cuidar a sus adultos mayores.
La cifra que recibieron este año solamente alcanza para un kilo de queso y un pasaje de autobús.
Según La Intersectorial de Jubilados y Pensionados a población de jubilados y pensionados en todo el territorio nacional supera los 5 millones, de los cuales más de 20 mil están en el exterior y se les suspendió el pago de su beneficio desde hace cinco años y nueve meses.
Desde el año 2015, los venezolanos de la tercera edad residenciados en Italia, España, Portugal, Ecuador y Chile dejaron de cobrar la pensión de vejez del IVSS. Para ese momento, la suspensión afectó a unos 11.700 venezolanos y hasta el momento el oficialismo no ha ofrecido explicaciones a quienes exigían su derecho desde otros países.
Por si fuera poco, la Asociación Civil Convite reveló en un informe publicado en julio que al menos el 83% de las personas adultas mayores en Venezuela necesitan de otros para cubrir sus necesidades básicas.
En medio de este cuadro para las personas mayores, recibimos una noticia como la comentada al principio, la cual nos confirma las condiciones dantescas de supervivencia de este sensible grupo de la población, con lo cual entendemos que cada vez están peor y que, en las condiciones actuales, estamos muy lejos de solucionar sus urgencias.
Las inaceptables condiciones de vida que padecen, han llevado a nuestros abuelos a protestar ante organismos públicos, exigiendo los derechos que les están siendo atropellados.
Es vergonzoso que las circunstancias los muevan a tener que hacer sacrificios para movilizarse en una protesta por no recibir lo que por derecho les pertenece. Pero más vergonzoso aún es que se encentren con un muro de silencio por parte de quienes dicen llamarse autoridades para no serlo cuando más se les necesita.
Ante el estrepitoso fracaso de una gestión, que ha condenado a la adversidad a quienes más deberíamos cuidar, solamente queda el silencio como recurso. El silencio ante lo indefendible e injustificable.