Con la devastadora noticia de los venezolanos que perdieron recientemente la vida intentando llegar a Trinidad y Tobago, todo nuestro gentilicio se unió en un grito de dolor, ira y condena. Más aún cuando la desgracia también se llevó a varios pequeños.
A medida que han pasado los días nos hemos ido enterando de cada vez más y más detalles que han provocado una conmoción internacional a la par de nuestro duelo nacional.
Aún no se ha podido cuantificar a ciencia cierta el número de vidas desaparecidas en esta tragedia, aunque las diferentes fuentes ya coinciden en que alcanzó los 25 compatriotas. Y puede segur aumentando, ya que hay familiares que aún reclaman a sus parientes desaparecidos.
La Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados y la Organización Internacional para las Migraciones, confirmaron la versión de hasta 25 almas en sendas notas de condolencia, que sirvieron como reconocimiento de que la luctuosa información llegó hasta los más altos organismos internacionales que se ocupan de la materia y causaron conmoción en los mismos.
Según los informes que manejan ambas organizaciones, durante el fin de semana se encontraron entre 14 y 21 cuerpos flotando en aguas cercanas a la ciudad costera de Güiria en el estado Sucre.
Las mismas fuentes reafirman que las tareas de rescate continúan en activo, ya que se cree que podría haber aún más personas desaparecidas en el mar.
Y no es exageración alguna decir que esta desgarradora situación ha tenido eco mundial, ya que se ha convertido en una lacerante crónica de lo que es la desgraciada vida del migrante y del refugiado en todo el planeta.
Una condición adversa y difícil, en cuyas filas cada vez se anotan más compatriotas que escapan del agujero negro que se está tragando al país desde hace años y que ha expropiado toda esperanza de un mínimo de calidad de vida decente a una aplastante mayoría de nuestros ciudadanos.
En la misma página web de noticias de las Naciones Unidas, se puede leer que “Este trágico incidente es un recuerdo de los riesgos extremos que toman las personas refugiadas y migrantes de Venezuela al hacer viajes por mar u otros movimientos irregulares para cruzar fronteras”.
Por otro lado, lo que se ha sabido sobre la actuación de las autoridades de la nación vecina y hermana de Trinidad y Tobago, es sencillamente indignante.
El hecho de que los hayan recibido en sus costas y los hayan devuelto, negando un derecho humano universal como lo es el de refugio y asilo, va mucho más allá de lo condenable.
La portavoz de la Oficina de la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Marta Hurtado, llamó a acabar con los retornos en alta mar “en violación del principio de no devolución y la prohibición de las expulsiones colectivas” y a suspender todos los retornos forzosos durante la pandemia de COVID-19 protegiendo la salud de los migrantes y las comunidades.
No es el primer incidente que tiene el vecino país con inmigrantes venezolanos. Hace menos de un mes expulsaron a un grupo que se encontraba en proceso para regularizar su estadía. Esta deportación se produjo en condiciones infrahumanas y llevó a la embarcación a permanecer varios días a la deriva, con niños y adolescentes en la misma.
En el último año y según estas organizaciones de derechos humanos, han fallecido trágicamente unos 80 venezolanos tratando de alcanzar las costas de Trinidad y Curazao. Con el cruel episodio que nos ocupa, la cifra ya superó a los cien.
Verdad es que cada nación tiene la potestad soberana de decidir quien traspasa sus fronteras y quien no. Pero también es cierto que hay parámetros humanitarios que son inalienables y que la manera como fueron tratados estos venezolanos es simplemente criminal.
El representante especial conjunto de ACNUR y OIM para refugiados y migrantes de Venezuela, Eduardo Stein, llamó la tención porque se precisan medidas “de carácter urgente” para evitar que los traficantes y las redes de trata envíen personas en estos viajes tan peligrosos y para proteger a las personas refugiadas y migrantes de la explotación y el abuso.
Este funcionario también urgió sobre la necesidad de “reforzar las vías regulares para asegurar que las personas refugiadas y migrantes puedan tener acceso a seguridad sin arriesgar sus vidas”.
Lo primero que se debería hacer es asegurar en nuestro propio suelo la vida, la seguridad, la integridad y la dignidad de todos los venezolanos. Lamentablemente, mientras eso no suceda, seguiremos viendo partir hermanos hacia su aspiración de vivir una vida mejor en otro lugar.
Toca alzar la voz para denunciar los atropellos a nuestros compatriotas, y exigir castigo para los responsables de la pérdida criminal de estas vidas venezolanas.