La respuesta de quienes hoy ostentan el poder en Venezuela frente a la pandemia del COVID-19 ha sido, como suele ser todo en ellos, insólita.
Las medidas tomadas han partido de la improvisación y la falta de conocimientos; pero sobre todo de un accionar que pretende hacer ver que hay autoridad y que se está haciendo algo, cuando realmente no es así.
Para muestra de lo que afirmamos, basta un botón: la proliferación de alcabalas por todo el país, dificultando la circulación de la gente, pretendiendo hacer creer que esto es una medida eficaz para detener la difusión del virus.
Y no son alcabalas comunes y corrientes: el despliegue hace pensar más en una invasión de tanques de guerra que en una pandemia. Los bloqueos con vehículos oficiales, barricadas e incluso gigantescos bloques de concreto, lucen totalmente fuera de lugar ante un enemigo que es, literalmente, microscópico.
Y entonces encontramos contrasentidos, como elevados cerrados, mientras permanecen abiertas las vías que pueden ser tomadas debajo de los mismos en igual dirección. Además –y quizá según las fases de la luna– los funcionarios a cargo son más estrictos unos días que otros, lo cual deja a los ciudadanos a la buena de Dios; o más bien a merced del humor del que le toque.
También se queja la gente de cuánto complican el intento de conseguir mejores precios en productos de primera necesidad, los cuales a veces requieren enrevesados viajes que ahora son más difíciles por estas insólitas e inexplicables medidas.
Por ejemplo, una vecina del municipio Baruta nos escribió relatándonos su impotencia ante el cuello de botella que se hace al entrar a Santa Rosa de Lima por una alcabala de las mencionadas. “Solamente tienen habilitado un canal, al final toda la gente pasa; pero se pierde tiempo y no hay dónde hacer un retorno si uno tiene prisa”. Y agrega: “¿Qué hago si tengo una emergencia? Me quedo atrapada ahí”.
Parece que el problema no se ha entendido. O simplemente, se le aplica la misma receta a toda contingencia.
Ciertamente, estamos ante una amenaza muy grave, que ha cambiado toda la vida de los habitantes de nuestro planeta. Y las instituciones gubernamentales están llamadas a tomar medidas urgentes por un buen tiempo, hasta que llegue la ansiada vacuna.
Pero también es cierto que estas medidas deben venir de la mano del conocimiento científico, asesoradas por especialistas y que deben ser sensibles a las características de las poblaciones que pretenden proteger.
Nada de esto está sucediendo con las alcabalas en cuestión. Y el problema, para empezar, es que esto no es un asunto de autoridad, de “meterle miedo” a la gente para que se quede en la casa y respete el distanciamiento social necesario en estos momentos.
Estamos ante una contingencia que se debe manejar con educación y difusión; las autoridades competentes están quedando en las naciones que han enfrentado el asunto exitosamente, solo como un instrumento disuasivo. No pueden ser el eje de la campaña.
Y aquí en Venezuela existe un agravante: la compleja situación del país.
Empecemos por la aguda escasez de gasolina, que actualmente es costosa y difícil de conseguir. Es un contrasentido que las fuerzas del orden público cierren selectivamente calles, avenidas y otras vías de circulación en estos momentos, cuando una acción de tal naturaleza solamente implica complicarle la vida a numerosos ciudadanos, quienes deberán dar rodeos más largos para llegar a sus destinos, gastando más combustible del que consumirían si rodaran directamente hacia su meta.
Agreguemos a esto las habituales limitaciones en servicios como el agua y la energía eléctrica, que complican el día a día. Es una proeza intentar organizarse para cumplir con las labores de cualquier hogar, las cuales deberían fluir sin contratiempos para el bienestar, la calidad de vida y la eficiencia en las labores de todos.
Es un problema conceptual y estructural de la Venezuela de estos tiempos, donde algunos creen que todo es órdenes e intimidación.
¿Qué medidas exitosas han tomado los países que controlaron la expansión del coronavirus? Ciertamente, ninguno ha colocado barricadas de concreto. Estas van desde la masificación de las pruebas al monitoreo de la población más vulnerable.
También contribuyen la identificación temprana de los portadores del virus. Otros mencionan un estricto seguimiento de los lugares donde se había reportado el virus.
En Véneto, Italia –una de las naciones más golpeadas– lograron atajar el pico de casos cuando se tomaron en serio lo peligrosos que eran los portadores asintomáticos.
Como podemos ver, hablamos de estrategias profesionales y especializadas, realizadas por autoridades enfocadas a la solución. El truco de matar a un ratón con un cañón no sirve en este caso.
David Uzcátegui.