En el momento particularmente adverso que vive Venezuela, ha sido muy mal recibida la noticia del cese de operaciones del servicio de televisión por suscripción DirecTV. Y es que esta novedad nos golpea en un momento en el cual todos nos sentimos desbordados por la situación que vivimos.
La compañía, perteneciente al gigante de las comunicaciones AT&T, explicó que las sanciones impuestas por el gobierno de Estados Unidos le impiden la transmisión de los canales de televisión venezolanos Globovisión y Pdvsa TV, los cuales, bajo la licencia de DirecTV en Venezuela, son requeridos para proporcionar el servicio de televisión de pago.
“Como es imposible para la unidad de DirecTV de AT&T cumplir con los requisitos legales de ambos países, AT&T se vio obligada a cerrar sus operaciones de televisión paga en Venezuela”, dijo la empresa en un comunicado.
“El país perdió hoy a una gran empresa, generadora de bienestar, empleo, tecnología, modernidad y tantas otras cosas que hacen falta en nuestro país”, dijo el asesor de comunicación estratégica de DirecTV, Miguel Sogbi, a través de su cuenta en Twitter.
Para entender la dimensión de lo que está aconteciendo, debemos apuntar que, según Sogbi, DirecTV contaba con casi 2 millones de suscriptores en el país, lo cual es el equivalente a un 45% del mercado de televisión por suscripción. En total, unos 8 millones de venezolanos tenían acceso a este servicio.
La información nos llega justamente después de conocer la prolongación del confinamiento con motivo de la pandemia que afronta el mundo entero, lo cual ha multiplicado exponencialmente los problemas que venimos acumulando desde hace rato y que se suman unos a otros sin tener a la vista posibles soluciones.
Ciertamente, unos venezolanos han tenido la fortuna y el privilegio de poder cumplir con el deseable aislamiento de cara al COVID-19; mientras otros han tenido que saltar por encima de las recomendaciones para salir a la calle y resolverse el sustento, porque producen y consumen en un patrón de día a día. Para unos y para otros, el encender la TV y asomarse a distintas realidades, es una necesidad y una satisfacción que se hizo más intensa con la tensión adicional que ha traído el coronavirus a nuestra cotidianidad.
Y es que no se trata solamente de entretenimiento, es también un asunto de información. A través de nuestras pantallas podemos vincularnos a distintas visiones del mundo, hacernos un cuadro, una imagen, sacar nuestras propias conclusiones; ejercer en fin un derecho, como lo es el acceso a la información.
Y sí, el entretenimiento también es un derecho. El esparcimiento, el crecimiento intelectual y espiritual, la plena libertad del trabajador de hacer lo que mejor le parezca con su tiempo de ocio, luego de haber cumplido con sus deberes laborales.
Al respecto, el director de la Organización No Gubernamental Espacio Público, Carlos Correa afirmó que la situación que llevó esta semana a DirecTV a dejar de prestar sus servicios en Venezuela afecta a la ciudadanía y no representa un logro para ningún actor político.
Y agregó: “Alrededor de 400, 600 personas quedan desempleados, todas recibieron su pago hoy, pero es un golpe muy fuerte (…) al final también resultan golpeados trabajadores”. Adicionalmente apunta que esto afecta a la gente que podía encontrar otras opciones; pero también a canales de discurso oficialista, los cuales también limitarán severamente su alcance.
Por si fuera poco, este vocero señala que los venezolanos dicen enterarse por WhatsApp de las noticias, lo que significa que “para estar informado en Venezuela necesitas hacer un esfuerzo muy grande”.
Y esto nos dibuja claramente que, tanto la información como el entretenimiento también se han vuelto un bien difícil de conseguir en la Venezuela de estos días. Igual que los productos que necesitamos en nuestra cocina y mesa, pero también del mismo modo que la gasolina, las medicinas u otros tantos insumos necesarios para una existencia que sea más allá que subsistencia, y para cuya privación o dificultad de ser conseguidos no existe explicación lógica alguna.
Lamentablemente, este círculo vicioso sigue ahogando cada vez más a nuestro país. Y los ciudadanos entendemos que esta pérdida es importante por lo que juega dentro del espiral descendente en el que nos encontramos atrapados. El juego de estrangular a Venezuela es un arma de doble filo, porque puede terminar asfixiando también a quienes lo iniciaron y esperan sacar algún partido de esto.
Seguimos avanzando en una ruta de encierro, de ineficiencia, de perder elementos esenciales. De sobra sabemos desde hace rato que llevamos el sendero equivocado, pero la terquedad impide rectificar. Hoy son las pantallas oscuras las que nos dicen que perdimos un poco más. ¿Qué será mañana?
David Uzcátegui.