La cumbre “Democracia Siempre”, celebrada en Santiago este mes de julio, reunió a cinco mandatarios de perfiles políticos similares: Gabriel Boric como anfitrión, junto a Luiz Inácio Lula da Silva (Brasil), Gustavo Petro (Colombia), Yamandú Orsi (Uruguay) y Pedro Sánchez (España).
Su propósito declarado fue articular un frente internacional que promueva el multilateralismo, combata la desinformación y defienda la justicia social como ejes centrales de una democracia renovada.
Durante dos días, los líderes expusieron sobre lo que consideran las más apremiantes amenazas globales al sistema democrático: discursos polarizantes, desigualdad, erosión institucional y manipulación informativa.
La declaración final optó sin embargo por un lenguaje prudente que prioriza temas como inteligencia artificial, desinformación y desigualdad, en niveles más bien formales y teóricos que, de acuerdo a la opinión de expertos, evitaron bucear en aguas profundas de casos específicos o entrar en las posibles polémicas de soluciones más concretas.
Si bien los objetivos eran nobles, la escasa repercusión internacional y el limitado alcance entre la ciudadanía chilena, han disparado críticas. Todo esto hizo que su impacto fuera más simbólico que sustantivo, perdiendo fuerza en un escenario global cargado de signos de crisis institucionales.
Entre los aspectos positivos, se puede destacar que la visión de helicóptero de la agenda internacional fue relevante. Abordar asuntos como desigualdad, extremismo y desinformación posiciona a Chile como un actor comprometido con desafíos compartidos del siglo XXI y otorga de entrada un elevado nivel de preocupación intelectual a los propulsores del evento.
El encuentro reafirmó también la vocación de fortalecimiento institucional y defensa del multilateralismo, además de promover espacios de diálogo internacional en tiempos turbulentos.
Finalmente, hubo un refuerzo del liderazgo regional. Desde el oficialismo chileno se destacó que la cumbre refuerza el papel del país austral en cuanto a las garantías democráticas en América Latina, un punto positivo que suma al respeto global de su bien manejada política exterior.
Sin embargo, se considera que fue un espacio con sesgo ideológico. Desde la oposición al gobierno chileno, sectores como Chile Vamos y Republicanos censuraron la convocatoria como una reunión exclusiva de mandatarios con demasiadas coincidencias.
“Solo está pensada para países que piensan parecido al Presidente Boric”, informaron medios chilenos. Esto generó cuestionamientos sobre la orientación política del evento y su discutible autenticidad como foro democrático diverso.
La candidata presidencial opositora Evelyn Matthei subrayó que “los invitados no contribuyen a reforzar los valores democráticos”, criticando tanto el rango limitado de voces como el modo en que se priorizó una agenda simbólica en vez de problemas internos urgentes del país como listas de espera, empleo y seguridad.
La ausencia de voces distintas fue un factor que contribuyó a reducir el diálogo plural necesario para un ejercicio democrático genuino. Resultó llamativo que ningún representante de centro, derecha u otras corrientes políticas fue invitado, lo que reforzó visiones críticas sobre parcialización y alineamiento ideológico.
Para el bloque opositor, el contexto nacional era poco propicio para un evento internacional que al parecer distraía atención de temas urgentes: desempleo, salud pública y deterioro de seguridad ciudadana. Se criticó que recursos públicos se destinaran a una cumbre que no aporta soluciones directas a las necesidades del país.
“Democracia Siempre” tenía el potencial de convertirse en un referente regional válido: un espacio para promover valores universales. Sin embargo, en su implementación, pareció más un acto simbólico afín a intereses políticos internos que un verdadero foro de diversidad.
Aunque es valioso abordar amenazas globales y posicionar a Chile como actor multilateral, el diseño de la cumbre —ligado a mandatarios de un solo espectro político— generó críticas legítimas sobre su imparcialidad y alcance real. Al final, la falta de pluralidad ideológica y la percepción de alineamiento político debilitan la promesa de diálogo amplio y representativo que su propio nombre sugiere.
En un país al borde de elecciones decisivas, habría sido más poderoso convocar también voces desde el centro y la centro derecha, para construir un foro verdaderamente inclusivo donde el compromiso con la democracia no dependa de afinidades sino de valores compartidos por encima de las diferencias. Solo así “Democracia Siempre” podría haber trascendido la retórica y contribuido a una democracia más robusta, plural y resonante.