El 6 de agosto de 1824, en la inhóspita Pampa de Junín, tuvo lugar una de las batallas más insólitas y cruciales para la independencia de Sudamérica. El reciente aniversario de este hecho histórico nos hace recordar que, aunque no es uno de los acontecimientos ligados a la independencia latinoamericana que tengamos más presentes, sí es de los más significativos.
Por ello, al haberse celebrado recientemente los dos siglos de este acontecimiento, nos parece un hecho de justicia ahondar en este recuerdo que reposa en los libros. De historia y debe salir a la memoria publica: la Batalla de Junín.
Bajo la dirección de nuestro Libertador Simón Bolívar, las tropas patriotas lograron una victoria decisiva sin disparar un solo tiro, utilizando únicamente espadas, sables y lanzas. Este combate, que duró apenas 45 minutos, marcó el principio del fin para el dominio colonial español en la región y mostró una vez más el genio estratégico de Bolívar.
Así sucedieron los hechos: la proclamación de la independencia del Perú, realizada por José de San Martín el 28 de julio de 1821, fue un hito simbólico, pero insuficiente para asegurar la emancipación total del país. El virrey español, José de la Serna, no cesó en sus intentos de rearmar a las fuerzas realistas en la sierra sur del Perú, desafiando a las tropas patriotas que buscaban consolidar la independencia. Fue en este contexto que Bolívar, comprendiendo la necesidad de una campaña militar decisiva, tomó las riendas de la situación.
La batalla de Junín fue más que un simple enfrentamiento; fue una prueba del brillante liderazgo de Bolívar y su habilidad para adaptarse a las circunstancias cambiantes en el campo de batalla. Aprovechando la inestabilidad política en España, donde el rey Fernando VII había abolido la Constitución de Cádiz, Bolívar vio la oportunidad de golpear al enemigo.
La división dentro del ejército realista, con algunos oficiales apoyando el absolutismo y otros favoreciendo ideas liberales, debilitaron las fuerzas españolas en Perú. Bolívar, siempre atento a los movimientos del enemigo, aprovechó la rebelión del general Pedro Olañeta contra La Serna para debilitar aún más las filas realistas.
La estrategia del Libertador fue audaz y precisa. Envió a su ejército a la sierra central de Perú con el objetivo de aislar al general José de Canterac y cortar las líneas de suministro realistas. El 6 de agosto, Bolívar lideró a 8.000 patriotas en la Pampa de Junín, donde las tropas realistas, inicialmente, lograron desorganizar las filas leales.
Sin embargo, el curso de la batalla cambió drásticamente cuando los Húsares del Perú, una unidad de caballería patriota liderada por el coronel Isidoro Suárez, cargaron contra las fuerzas realistas desde una posición inesperada, rompiendo su formación y sembrando el caos en sus filas.
Este golpe táctico fue posible gracias a una falsa orden transmitida por el mayor José Andrés Rázuri, quien informó a Suárez de una supuesta orden de Bolívar para cargar contra los realistas. Este movimiento, aunque basado en una desobediencia a las órdenes directas, resultó ser clave para asegurar la victoria patriota.
El éxito en Junín no solo fue una victoria militar, sino que también elevó la moral de las tropas patriotas y consolidó la alianza entre los ejércitos libertadores. La batalla demostró la capacidad de Bolívar para tomar decisiones rápidas y efectivas bajo presión, utilizando todos los recursos a su disposición para maximizar sus posibilidades de éxito.
Aunque la batalla de Junín no fue de gran escala en términos de bajas, su impacto estratégico fue enorme. Las fuerzas realistas sufrieron una gran pérdida de efectivos y material de guerra, lo que debilitó significativamente su capacidad de resistencia en las siguientes confrontaciones.
Este triunfo preparó a los patriotas para el enfrentamiento final en Ayacucho, donde, el 9 de diciembre de 1824, las tropas comandadas por Antonio José de Sucre lograron la victoria definitiva que consolidó la independencia del Perú y de toda Sudamérica.
La victoria en Junín fue un testimonio del compromiso de Bolívar con la causa libertadora y su habilidad para dirigir a hombres de diversas naciones hacia un objetivo común. Este triunfo, junto con la posterior victoria en Ayacucho, consolidó el sueño de una Sudamérica libre y soberana, un ideal que Bolívar había perseguido desde los primeros días de la lucha independentista.
Su capacidad para adaptarse a las circunstancias, su liderazgo visionario y su dedicación lo convierten en una de las figuras más destacadas de la historia universal. Hoy, en el bicentenario de esta batalla definitoria, recordamos no solo el coraje de aquellos que lucharon en Junín, sino también el genio del Libertador que los condujo a la victoria.