En la búsqueda de un futuro mejor y oportunidades que parecen esquivas en nuestra tierra natal, miles de venezolanos han sido empujados a emigrar, enfrentando desafíos inimaginables.
Entre estos peligros, la trata de personas se ha convertido en una de las peores desgracias que persigue a muchos de ellos en su camino hacia la esperanza y la supervivencia.
De acuerdo con la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), la trata de personas es el traslado de seres humanos de un lugar a otro en las fronteras de un mismo país o hacia el exterior, con fines de explotación, en su mayoría sexual, laboral o mendicidad. Se estima que 2,5 millones de personas son víctimas de la trata en todo el mundo, pero por cada una se piensa que existen alrededor de 20 sin identificar.
En este contexto, se considera que el proceso migratorio venezolano de los últimos años ha elevado las cifras de connacionales afectados por el fenómeno.
Un reporte de las Naciones Unidas señaló que 430 venezolanos fueron víctimas de trata de personas en países de las Américas, Europa, África y Asia en 2020. El Departamento de Estado estadounidense afirma que tenemos la tasa más alta de individuos explotados en trata de personas en América Latina de, con 5,6 por cada 1.000 personas.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) señaló que las ganancias que reporta ese delito ascienden a unos 32.000 millones de dólares por año.
Ante la falta de recursos y la desesperanza que golpean en nuestro terruño, muchos son presa fácil de redes criminales que se aprovechan de su vulnerabilidad. Las preocupaciones sociales en Venezuela también contribuyen a la tasa de trata de personas en el país. En particular, la desigualdad de género que vivimos hace que sea más probable que las mujeres y los niños sean objetivos centrales.
La trata de personas ofrece una aparente solución a sus problemas, pero lo que encuentran es una pesadilla interminable, que les puede costar la vida.
El proceso inicia con la captación, sigue con el traslado y la recepción, luego de la cual las víctimas son sometidas a diferentes formas de explotación, siendo la más común la sexual, el trabajo forzoso, la servidumbre doméstica, la mendicidad infantil y la extracción de órganos.
Los traficantes de personas operan en complejas redes internacionales que explotan diferentes rutas y medios para trasladar a sus víctimas. Los venezolanos suelen ser llevados a países vecinos en Latinoamérica, pero también se los encuentra en las más inesperadas y remotas regiones, como Europa o Asia.
Una vez fuera de su país, quedan a merced de los criminales explotadores sin escrúpulos.
El miedo y la desconfianza hacia las autoridades tanto en el país de origen como en el destino, sumado al temor de represalias por parte de los traficantes, hacen que muchas víctimas permanezcan en silencio.
Además, el estigma social asociado a ser víctima de trata en casos como la prostitución forzada, dificulta aún más la denuncia de estos crímenes. Las víctimas se encuentran en una encrucijada. Es practicamente imposible escapar de sus explotadores; pero si lo logran, se encuentran en el más absoluto desamparo. No saben a quién acudir, no hablan el idioma, probablemente entren en condición de indocumentados y todo este cuadro los deje incluso a merced de las autoridades del lugar a donde fueron a parar.
Es necesario, eso sí, reconocer que la lucha contra la trata de personas no es responsabilidad exclusiva del país de origen de las víctimas. Los países de destino también deben asumir su rol en la prevención y erradicación de esta terrible práctica.
La cooperación internacional, el intercambio de información y la creación de políticas efectivas son fundamentales para enfrentar esta crisis humanitaria.
Es necesaria la sensibilización y la educación. La sociedad debe comprender la magnitud del problema y aprender a identificar los signos de la trata de personas para denunciar de manera temprana estos delitos.
También urge brindar apoyo y refugio seguro a las víctimas, garantizando su protección y recuperación física y emocional. Adicionalmente todos los gobiernos deben fortalecer las investigaciones y enjuiciamientos contra los traficantes, garantizando que no haya impunidad.
Son claves las políticas de migración humanitaria, ya que los países de destino deben establecer medidas de acogida adecuadas para los migrantes, asegurando sus derechos y evitando que caigan en manos de traficantes.
Es hora de unirnos como la sociedad global que somos, para hacer escuchar nuestras voces y trabajar juntos con el fin de arrinconar y vencer este flagelo. Es la única manera de garantizar un futuro más seguro para todos los seres humanos, independientemente de su origen o nacionalidad.