Fue en diciembre de 2019, cuando el mundo se puso en alerta ante la aparición de una nueva y para entonces no identificada variedad de enfermedad de las vías respiratorias, ocasionada por un virus no identificado.
Quince meses han pasado desde entonces, y la humanidad no los olvidará jamás. La primera gran pandemia del siglo XXI cambió al mundo a tal nivel, que nos preguntamos si algún día podrá volver a ser como antes.
Sin embargo, para el mundo hay esperanza y luz al final del túnel.
Hace poco menos de un mes, la agencia de noticias EFE anunciaba que los datos de la Organización Mundial de la Salud indicaban que, para el día 18 de febrero, se registraron 220 mil nuevos casos globales de la dolencia, la cifra más baja desde que el 1 de septiembre de 2020 se registrara un número similar de contagios diarios.
No ha sido la situación de Venezuela.
Nuestra nación ha constituido un caso atípico, porque, en este momento de nuestra historia poco tenemos en común con el resto del mundo en muchos sentidos.
En un principio, se recibió la noticia del nuevo coronavirus y su letalidad, con desconcierto. Y por mucho tiempo se esperó la noticia de su incidencia en el país en medio del mayor de los silencios.
Y no terminaba de ocurrir, quizá sencillamente porque la diseminación del virus de ha debido al tráfico de los viajeros por todo el planeta, y a nuestra nación ya viene muy poca gente; mientras son muchos los que salen.
Los primeros casos se conocieron en el marco del miedo, la incertidumbre y la desinformación. Al día de hoy, muchos dudamos sobre la realidad de las cifras, en una nación donde todo es, como lo dijimos antes, muy distinto al resto del mundo.
Los medios internacionales se hacen eco de lo extraña que ha sido la situación nacional en los últimos meses, cuando hemos salido relativamente ilesos, mientras estamos rodeados de naciones que han registrado cifras mortales sin piedad.
En nuestra tierra se ha hablado de unos 460 casos nuevos y cinco muertes al día, cuando somos un país de 30 millones de habitantes.
Sin embargo, recientemente las unidades de cuidados intensivos han presentado listas de espera y las clínicas están abriendo salas destinadas al virus. Incluso voceros oficialistas han reconocido un aumento en los casos.
“Si el envión actual de ingresos por emergencias que estamos viendo ahorita continúa, estaremos en una condición más crítica que ahora”, dijo el epidemiólogo Julio Castro durante una reciente transmisión por internet. Se espera un pico en la próxima semana o dos, agregó.
El aumento se da tras al regreso a Caracas de miles de bañistas después de carnaval.
“Yo la llamo ‘la cepa carnaval’”, dijo el Dr. Herman Scholtz, presidente del Centro Médico Docente La Trinidad, que también registra un aumento de pacientes.
A esto hay que aunar el hecho de que ni los centros de salud pública ni los privados, tienen insumos para hacer frente a la enfermedad, y menos aún si se presenta en proporciones de progresión geométrica, como se teme.
Mientras tanto, no podemos dejar de preguntarnos cómo atajar lo que ya parece una amenaza cierta de aumento de casos. Las más elementales medidas sanitarias son un lujo, en una nación donde, por ejemplo, el suministro del servicio de agua es irregular y lavarse las manos con la frecuencia recomendada por los especialistas es sencillamente imposible.
Desde el mismo gobierno central se hace un reconocimiento implícito a la inquietante situación que nos ha traído el aumento de los casos, al imponer una semana de la llamada “cuarentena radical”, con una urgencia que no se había visto antes, y que se podría haber evitado si todo esto se hubiera tomado más en serio desde antes.
Algo que no tiene perdón, cuando el mundo vive esta situación desde hace más de un año y las medidas preventivas son más que conocidas.
Por si todo esto fuera poco, es un secreto a voces que las dosis de las promocionadas vacunas rusas Sputnik V no están llegando ni remotamente en las cantidades que deberían ser las adecuadas, a lo cual hay que agregar que solamente tiene acceso a ellas unos pocos privilegiados, en lugar de crearse una estrategia masiva para proteger al personal expuesto, como lo son los trabajadores de la salud.
Es lamentable que, casi año y medio después del campanazo mundial por el COVID-19, Venezuela afronte la amenaza de una ola del virus como si nos agarrara desprevenidos, en medio de un madrugonazo.
Y también lo es que esta emergencia mundial nos haya tocado en lo que sin duda es nuestro momento de mayor vulnerabilidad en nuestra historia como nación.
En conclusión, cada uno de nosotros debe cuidar de sí mismo con celo y de la mejor manera posible, porque sencillamente no tenemos quien nos cuide. Ni frente al coronavirus ni ante otras amenazas.