
Las elecciones legislativas de medio término celebradas en Argentina el pasado 26 de octubre dejaron un resultado que pocos analistas anticiparon: el presidente Javier Milei y su partido, La Libertad Avanza, no solo resistieron el desgaste propio del poder, sino que ganaron con amplitud, obteniendo alrededor del 40 % de los votos a nivel nacional.
En un país donde los gobiernos suelen salir debilitados de las llamadas “midterms”, este triunfo representa un verdadero punto de inflexión político y económico para el proyecto libertario que gobierna desde diciembre de 2023.
Durante semanas, las encuestas mostraban un escenario mucho más reñido. Se proyectaba que el oficialismo apenas alcanzaría entre 30 % y 35 % de los votos, lo que incluso podría significar una pérdida de bancas.
Sin embargo, la votación superó las expectativas y permitió a Milei aumentar su representación en el Congreso, acercándose a una mayoría propia en la Cámara de Diputados y ganando terreno en el Senado.
Según el diario La Nación, el oficialismo quedó “a pocos escaños de lograr el control de la cámara baja”, un logro inédito para un gobierno tan disruptivo y confrontacional.
Lo más sorprendente no fue solo la magnitud del triunfo, sino el contexto en que se produjo. Argentina atraviesa una de las etapas económicas más duras de su historia reciente: inflación acumulada superior al 250 %, salarios rezagados, ajustes fiscales y una drástica reducción del gasto público.
En este escenario, era lógico esperar un voto de castigo, especialmente tras la derrota de Milei en las elecciones provinciales de Buenos Aires el pasado septiembre. Pero ocurrió lo contrario. El electorado decidió darle más poder al gobierno.
El fenómeno tiene varias lecturas. Por un lado, Le Monde y The Guardian coinciden en que el resultado refleja un “respaldo popular al programa de reformas de mercado” y una señal de confianza hacia el rumbo liberal que Milei propone.
Por otro, muestra la capacidad del oficialismo argentino de mantener movilizado a su núcleo más fiel, incluso en un contexto de descontento social. La participación electoral fue históricamente baja, la más reducida desde el retorno democrático, y eso jugó a favor de un partido con un electorado intensamente comprometido.
Para Milei, el resultado equivale a un nuevo voto de confianza. “El pueblo argentino eligió más libertad y menos Estado”, declaró la noche de la elección. En la práctica, este respaldo se traduce en mayor margen político para avanzar con su agenda económica, que incluye privatizaciones, desregulación del mercado laboral y reducción del déficit fiscal.
En un Congreso donde hasta ahora debía negociar cada ley con una oposición fragmentada, el presidente podrá impulsar con más facilidad las reformas estructurales que prometió durante su campaña.
La victoria también tuvo un impacto inmediato en los mercados. Según The Washington Post, el peso argentino se estabilizó y los bonos soberanos subieron tras conocerse los resultados.
La confianza se fortaleció aún más tras el reciente paquete financiero de 40 mil millones de dólares aprobado por Estados Unidos, que algunos observadores —en Buenos Aires y Washington— vinculan con el respaldo político de la administración Trump al gobierno argentino y que ha generado especial controversia en la nación del norte, donde el actual mandatario llegó de nuevo a la Casa Blanca navegando promesas de estrictos recortes de gasto.
Mientras tanto, el peronismo, principal fuerza opositora, salió de las urnas golpeado y dividido. Perdió bastiones históricos y enfrenta una crisis de liderazgo. Algunos gobernadores y legisladores han empezado a tender puentes con el oficialismo para no quedar marginados de la toma de decisiones.
Esto le otorga a Milei una posición de fuerza inédita para negociar, aislar a sus detractores y fragmentar aún más a la oposición.
La dinámica del poder en Argentina está cambiando. El resultado de octubre no solo consolida a Milei dentro de su país, sino que proyecta su figura en el tablero regional, como el principal exponente de la nueva derecha liberal latinoamericana.
Gobiernos y líderes afines, desde Trump hasta figuras conservadoras en Europa y América Latina, celebraron el triunfo como una validación del modelo económico basado en la reducción del Estado y la disciplina fiscal.
Sin embargo, el triunfo también implica responsabilidades. Milei ha demostrado una habilidad política que muchos le negaban, pero ahora enfrenta el desafío de convertir ese capital electoral en gobernabilidad.
Argentina es un país acostumbrado a los ciclos de esperanza y desilusión, y la paciencia del votante suele ser corta cuando los sacrificios no se traducen en mejoras tangibles.