«Participar para cambiar»

El próximo 27 de este mes, Venezuela celebrará elecciones municipales. Se renovarán 335 alcaldías y los legislativos de cada municipio, y aunque parezca una elección menor, nada puede estar más lejos de la verdad. Estas elecciones son, literalmente, sobre lo que encontramos al abrir las puertas de nuestros hogares.

Históricamente, los comicios municipales son los que convocan menor participación. Sabemos que eso es lo que puede suceder en esta oportunidad. Sin embargo, como consistentes promotores del voto y la participación, creemos necesario abogar por la mayor participación posible en esta cita comicial.

Y, aunque parezca una tarea cuesta arriba, es en este momento cuando más debemos involucrarnos en cualquier circunstancia que permita expresar nuestro pensar y sentir.

Porque esta elección ofrece una oportunidad crucial que no debemos desperdiciar. Urge entender que el voto municipal tiene un valor directo, tangible, casi podríamos decir que íntimo. La figura del alcalde, junto con su equipo y los concejales, es la autoridad más cercana a los ciudadanos.

Son quienes deciden sobre la recolección de la basura, la vialidad, los servicios públicos, la gestión de mercados, el alumbrado, los permisos de construcción, las escuelas municipales, las festividades comunitarias. Son, en muchos sentidos, quienes determinan cómo luce y cómo se siente el lugar donde vivimos.

Entonces, ¿por qué no votar? ¿Por qué entregar en manos de terceros la decisión sobre nuestros entornos inmediatos sin siquiera involucrar nuestra voz?

La excusa de que “nada va a cambiar” ha sido utilizada una y otra vez, y sin embargo, se ha demostrado que sí importa, que sí tenemos el poder para hacer que las cosas cambien. Cada concejal electo, cada espacio ganado, es una posibilidad para ejercer contraloría, para hacer ruido institucional, para construir una alternativa nueva desde lo local hacia lo nacional.

Porque sí: desde el escenario municipal también se construye el liderazgo del futuro. Hoy, quien aspire a una gobernación o una curul en la Asamblea, necesita primero demostrar que puede gestionar un municipio. Es en estas trincheras locales donde se forman los cuadros políticos, donde se gana experiencia, legitimidad, donde se conecta con la gente desde lo más cercano. Si de verdad queremos que surjan nuevas voces, debemos empezar por apoyarlas desde el comienzo, desde su postulación a concejal o a alcalde. Esa es la semilla.

Tampoco podemos seguir dejando que nuestra narrativa quede en manos de otros. Cada abstención es una voz silenciada que no se suma y que deja espacio para que otros digan, a través de su voto, algo distinto. Es una voz que tenía el derecho a manifestarse y que se necesitaba para dibujar en nuevo mapa nacional que muchos queremos y tanto nos urge. Para cambiar esa realidad, la única herramienta que queda es el voto.

No votar no es un castigo para nadie, excepto para quien decide abstenerse. En la práctica, la abstención no se registra como una señal de inconformidad. El sistema no se detiene para preguntarse por qué no votaste: simplemente sigue funcionando sin tu voz. Si tú no te expresas, le estás cediendo el poder a quien piensa distinto a ti, pero que sí participa.

Y no se trata de minimizar los obstáculos. Sabemos que estamos ante un tipo de evento electoral que es particularmente bajo en convocatoria, escuchamos, entendemos y respetamos las razones de ese sector de la ciudadanía que asume su decisión de no votar como una forma de participación, tanto como quienes sencillamente sienten que la próxima cita no los motiva a movilizarse. Pero también sabemos que, incluso en esas condiciones, se han logrado sorpresivas victorias locales que cambian el panorama cuando hay organización, voluntad y participación. La abstención, por el contrario, no muestra un resultado tangible o medible.

La decisión de votar no debe estar sujeta a la emoción, sino a la razón. Debe responder a una pregunta sencilla: ¿quiero tener voz en lo que ocurre en mi comunidad? Si la respuesta es sí, entonces no hay otra opción que acudir a las urnas.

Este 27 de julio es una nueva oportunidad. Una más. Aunque haya cansancio, frustración o decepción, lo peor que podemos hacer es rendirnos. Cada voto cuenta. Cada municipio es una posibilidad de futuro. Cada liderazgo nuevo merece una oportunidad y está en nuestras manos otorgarsela.

Sea cual sea la posición política, ejercer el derecho al voto es la forma más legítima, cívica y contundente de expresarla. No hay redes sociales, ni protestas, ni declaraciones que pesen más que una boleta depositada en una urna. El país no cambiará en un día, pero cada paso importa. Y este, aunque parezca pequeño, también importa. Puede ser decisivo de cara al futuro.

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