La Navidad ha llegado oficialmente a Venezuela, trayendo el tiempo de alegría, unión familiar y tradiciones que llenan de color y sabor las celebraciones decembrinas.
Así lo han declarado los obispos del país, quienes, a través de un emotivo mensaje, invitaron a los venezolanos a vivir estas fiestas bajo las costumbres propias de la cultura nacional. En un llamado a la fraternidad, han pedido a todos “ser más hermanos”, abrazando el espíritu navideño como un puente para superar las adversidades y las diferencias.
Este tiempo de Adviento, según los voceros de la Iglesia, es una oportunidad para preparar el corazón y poder celebrar el nacimiento de Jesús. Misas y celebraciones de aguinaldos, acompañadas por nuestras entrañables gaitas, las insuperables hallacas y el intercambio de regalos, forman parte de las costumbres que unen a los venezolanos y expresan el deseo de una humanidad más fraterna. Estas tradiciones no solo brindan alegría, también traen nostalgia para quienes no están con nosotros, especialmente para aquellos que se encuentran lejos de su tierra natal.
La ha dejado una marca en la Navidad venezolana. Millones de venezolanos viven fuera del país, enfrentando el desafío de construir una nueva vida mientras extrañan a sus seres queridos y las costumbres que los definen. Para ellos, un sabor se convierte en un viaje emocional que los transporta a los recuerdos de una infancia compartida con la familia, al calor del hogar y al bullicio de las reuniones donde la música y las risas llenaban el ambiente.
Las hallacas son mucho más que un plato tradicional; son un símbolo de identidad y resistencia cultural. Cada bocado representa la herencia transmitida de generación en generación y la conexión con las raíces, incluso en los rincones más lejanos del mundo. Venezolanos recién llegados a otros países se refugian en estos sabores como una forma de mantener viva la esencia de su patria.
La preparación de las hallacas, que suele reunir a las familias en un esfuerzo colectivo, también simboliza la unión y el trabajo conjunto. Cada miembro tiene un rol, lo que convierte este proceso en una experiencia llena de significado. En el extranjero, las familias venezolanas adaptan las recetas a los ingredientes disponibles, para poder recrear este momento especial y fortalecer los lazos.
La Navidad también refleja las complejidades del contexto social y económico en Venezuela. A pesar de esto, el espíritu de resiliencia se manifiesta en los esfuerzos por mantener vivas las costumbres y encontrar alegría en los pequeños detalles, como compartir junto a los vecinos. Las calles iluminadas, aunque con menos esplendor que en otros tiempos, también aportan un toque de magia que alimenta la esperanza.
Para quienes se encuentran en la diáspora, la Navidad es también un tiempo de reflexión. Se debaten entre la esperanza de mejorar sus condiciones de vida y la tristeza de estar separados de sus familias. No obstante, esta nostalgia se convierte en un puente para reconectar con sus raíces, organizando reuniones comunitarias que unen a compatriotas al compartir las mismas vivencias. En ciudades como Miami, Madrid o Santiago, estas celebraciones son un testimonio del esfuerzo por mantener viva la esencia de lo que significa ser venezolano.
Los obispos venezolanos han destacado la importancia de vivir la Navidad como un tiempo de solidaridad y esperanza. En sus palabras, “El gran regalo del Dios que se hace hombre nos llama a construir una humanidad más fraterna”. Este mensaje resuena con fuerza en un país donde la unión y el apoyo mutuo son esenciales para enfrentar los desafíos diarios. La Navidad se convierte, así, en un recordatorio de que, a pesar de las adversidades, siempre hay motivos para celebrar y compartir.
En cada rincón de nuestra patria y en las comunidades de la diáspora, las luces navideñas son un testimonio de resiliencia. Es un tiempo para agradecer por lo que se tiene, abrazar a quienes están cerca y recordar a los que están lejos. Es también una oportunidad para renovar la esperanza y reafirmar el compromiso de construir un futuro mejor, juntos y en hermandad. Las gaitas, los aguinaldos y los platos típicos se convierten en vehículos de alegría y consuelo, especialmente en los momentos de mayor nostalgia.
La Navidad en la Venezuela actual no es solo una celebración; es un testimonio del poder de las tradiciones para mantenernos unidos, incluso en los momentos más adversos. En cada hallaca, en cada gaita y en cada gesto de solidaridad, se encuentra la esencia de un país que sigue adelante, lleno de fe. Aunque los tiempos sean complejos, la Navidad venezolana sigue siendo un hito que señala el camino hacia un futuro posible.