Tras una reñida contienda, Donald Trump fue declarado el 47° presidente de los Estados Unidos, logrando un sorprendente regreso al poder tras su derrota en 2020. La victoria, confirmada con el último conteo en el estado de Wisconsin que le aseguró los 270 votos electorales necesarios, representa un hito en la historia política de EE.UU., ya que Trump se convierte en el primer presidente en más de un siglo en ganar dos mandatos no consecutivos.
La elección de Trump es algo fuera de lo común por múltiples razones. Después de su derrota en 2020, muchos creían que su carrera política había llegado a su fin. La polémica rodeó los últimos meses de su mandato, especialmente tras el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021, cuando cientos de sus seguidores irrumpieron en el edificio en un intento por detener la certificación de los resultados electorales de la victoria de Joe Biden.
Aquel incidente llevó a su segundo juicio político, haciendo de Trump el primer presidente en ser sometido a dos procesos de lo que allá se llama “impeachment”.
Además de los procesos de destitución, Trump enfrentó en los últimos años múltiples batallas legales, incluyendo cargos penales en cuatro casos distintos y una condena por abuso sexual en un caso civil. Fue hallado culpable de 34 cargos de falsificación de registros comerciales, lo que marcó un precedente en la historia estadounidense.
Pero entonces, ¿qué fue lo que sucedió para que ganara?
Estas adversidades no lograron desmoronar su base de apoyo. A pesar de su complejo historial judicial, el exmandatario fue hábil en mantener una leal y fervorosa plataforma de seguidores, muchos de los cuales creen en su discurso de que ha sido víctima de un sistema político, legal y mediático corrupto.
En la madrugada del miércoles, Trump se dirigió a sus partidarios para celebrar la victoria. En su discurso, calificó el triunfo como “una victoria magnífica para el pueblo estadounidense” y aseguró que su administración trabajará incansablemente para restaurar un Estados Unidos fuerte y próspero. “Superamos obstáculos que nadie pensaba posibles”, declaró Trump, acompañado por una multitud eufórica que celebraba el retorno de su líder a la Casa Blanca.
En cuanto a la derrota de Kamala Harris, actual vicepresidenta y candidata demócrata, se fue perfilando desde las primeras horas de la noche electoral. Los primeros indicios de dificultades surgieron cuando las proyecciones le dieron a Trump la victoria en Florida por un margen mucho mayor de lo previsto.
A medida que avanzaba la noche, otros estados tradicionalmente seguros para los demócratas, como Virginia y Nueva Jersey, permanecieron sin decisión durante largas horas, lo que puso en alerta a la campaña de Harris. Mientras tanto, Trump tomaba la delantera en varios estados clave, ampliando su ventaja en territorios donde los demócratas esperaban tener una mayor presencia.
Trump ha prometido un cambio radical en su segundo mandato, con promesas de restaurar una economía que, según su discurso, “ha sido debilitada por las políticas de su predecesor”. Entre sus planes, resalta una postura aún más estricta sobre la inmigración y una reactivación del sector energético con un enfoque en los combustibles fósiles, algo que muchos temen pueda contradecir los avances en políticas climáticas. No obstante, para una porción considerable de estadounidenses, su victoria representa la esperanza de un país «reconstruido y fuerte».
Sin embargo, este regreso está lejos de ser unánime. La división del país se evidencia en las protestas en varias ciudades y en la preocupación de aquellos que temen por la estabilidad de los valores democráticos. Trump ya ha cuestionado el papel de las instituciones, especialmente en los aspectos judiciales, enfrentándose a múltiples investigaciones y casos que han puesto en entredicho su integridad y transparencia.
La victoria de Trump desafía una vez más a la democracia estadounidense, con un sector que lo ve como un ícono de resistencia al «establishment» y otro que lo percibe como una amenaza para las libertades y los derechos civiles. Además, plantea interrogantes sobre cómo manejará su relación con aliados y adversarios internacionales, en un escenario global volátil donde su enfoque aislacionista podría generar nuevos conflictos.
En el fondo, la reelección de Trump marca el inicio de un periodo de polarización que requerirá reflexión y diálogo. Este momento histórico es una oportunidad para que Estados Unidos redefina su identidad y su rol en el mundo. Mientras tanto, la administración Trump deberá enfrentarse a los desafíos económicos, sociales y medioambientales de un país que exige acción inmediata y un liderazgo que inspire unidad, aunque las posibilidades de reconciliación parezcan hoy, más que nunca, inalcanzables.