«Feminicidios, epidemia silenciosa»

El feminicidio, definido como el asesinato de una mujer por razones de machismo o misoginia, representa una de las formas más extremas de violencia de género. Este crimen atroz refleja una realidad aterradora en muchos países, y Venezuela no es la excepción.

Los datos recientes de la Fiscalía General de la República y organizaciones no gubernamentales revelan un panorama devastador: entre enero y julio de 2024, un total de 104 mujeres fueron asesinadas por personas cercanas a ellas, lo que equivale a un feminicidio cada 47 horas. Estas cifras reflejan no sólo la magnitud del problema, sino también la necesidad de respuestas efectivas para detenerlo.

Los feminicidios en Venezuela están enraizados en una cultura que promueve la superioridad del hombre sobre la mujer, donde la violencia y la opresión hacia esta están normalizadas. Esta realidad es sostenida y perpetuada por instituciones que, aunque han avanzado en la legislación contra la violencia de género, siguen siendo incapaces de proteger a las víctimas y castigar a los agresores de manera efectiva.

Según la Fiscalía General de la República, desde 2017 se han registrado 317.584 denuncias por violencia machista, una cifra alarmante. Recientemente se conoció, también a través de la Fiscalía, que 540 hombres han sido condenados por feminicidio en los últimos siete años. Una noticia que brinda una luz de esperanza en medio de esta tragedia nacional.

A pesar de la gravedad de la situación, muchos casos no se denuncian y muchas de las denuncias a su vez no se traducen en acciones judiciales concretas, dejando a las víctimas en un estado de vulnerabilidad.

La ONG Utopix ha expuesto repetidamente la urgencia de abordar este flagelo, y ha señalado la impunidad que rodea a muchos de estos crímenes. En un contexto donde la justicia no es expedita y efectiva, el mensaje es claro: las mujeres no están seguras, y los agresores saben que pueden actuar sin temor a represalias.

El feminicidio en nuestro país debe ser entendido como un síntoma de una crisis más profunda. La violencia contra las mujeres no es un fenómeno aislado, sino que está ligada a factores estructurales de larga data como un machismo histórico, la pobreza, la falta de oportunidades, y la descomposición del tejido social.

La legislación venezolana ha dado pasos importantes en el reconocimiento del feminicidio como delito. Desde la reforma de la Ley Orgánica sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia en 2014, el feminicidio está tipificado como «la forma extrema de violencia de género, causada por odio o desprecio a la condición de mujer». Sin embargo, la existencia de una ley no es suficiente si no va acompañada de políticas públicas que garanticen su cumplimiento, así como de un cambio cultural que combata el machismo en todas sus formas.

La lucha contra el feminicidio en Venezuela requiere de un enfoque multidimensional. En primer lugar, es crucial que el Estado asuma su responsabilidad en la protección de las mujeres. Esto significa no solo fortalecer las instituciones encargadas de investigar y castigar a los agresores, sino también desarrollar políticas de prevención efectivas. Es necesario que se garantice una red de apoyo para las mujeres que denuncian violencia, brindando protección, refugio y acompañamiento psicológico.

En segundo lugar, es fundamental que se promueva un cambio cultural. La erradicación del machismo no es tarea fácil, pero es indispensable si queremos construir una sociedad donde las mujeres puedan vivir sin miedo. Esto implica educar a las nuevas generaciones en igualdad, respeto y empatía, desafiando las normas y estereotipos que perpetúan la violencia de género.

Por último, la sociedad civil tiene un rol crucial en esta lucha. Las organizaciones feministas y de derechos humanos han sido esenciales en visibilizar el problema y urgir al Estado para que actúe. Sin embargo, su labor necesita el apoyo de todos los sectores de la sociedad. Es hora de que como ciudadanos y ciudadanas nos involucremos activamente en la erradicación de esta epidemia silenciosa que está cobrando tantas vidas.

El feminicidio en Venezuela es una realidad alarmante, que demanda una respuesta inmediata y contundente. Las cifras son estremecedoras, pero más alarmante aún es la falta de justicia para las víctimas. Corregir esta grave omisión es el primer paso para disminuir estas devastadoras estadísticas.

La violencia machista es un problema estructural que no desaparecerá solo con leyes, sino con un cambio profundo en las instituciones y en la cultura. Solo cuando el Estado, la sociedad civil y cada individuo asuman la responsabilidad de luchar contra el feminicidio, podremos comenzar a construir un país donde las mujeres puedan vivir libres de violencia.

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