De cara a la ya confirmada cita electoral a la que los venezolanos acudiremos en julio de este año, es el momento apropiado para abrir un debate sobre la reflexión que merece un aspirante a la reelección, confrontado con lo que ha sido su obra de gobierno.
En el juego político, la reelección no es solo una cuestión de popularidad o estrategia. Tampoco lo es de nostalgia, viejas glorias, o de apelar a sentimentalismos que en realidad no resuelven el día a día de la gente.
La reelección de un presidente es un tema que siempre genera controversia y debate. Es un momento crítico en el que los ciudadanos deben reflexionar profundamente sobre el desempeño del gobernante en el ejercicio del poder.
Cuando un presidente se presenta para un segundo mandato, la pregunta fundamental que debe resonar es: ¿Qué hizo todos estos años? ¿Mejoró mi vida? ¿O la empeoró?
¿Qué características debería poseer un presidente para ser reelegido? ¿Cuáles son los criterios que los ciudadanos deberían considerar al decidir si un mandatario merece un segundo mandato? Estas son preguntas cruciales que merecen una reflexión detallada.
Las promesas de campaña, más allá de sonar bien, ser seductoras y cautivar a las masas, deben ser evaluadas, especialmente de cara a lo visto en el desempeño en funciones del aspirante. Se parece el futuro que nos pinta a lo que nos ha dejado en el pasado ese mismo gobierno? ¿Realmente hay alguna perspectiva de que materialice lo que suena tan bien en palabras? Porque nunca deberíamos olvidar que el mejor profeta del futuro es el pasado.
No son pocas las veces cuando las promesas rimbombantes de un futuro edulcorado pierden todo su encanto, en comparación con los resultados concretos y las acciones tangibles llevadas a cabo durante el mandato.
Los votantes no pueden permitirse ser engañados por discursos vacíos o promesas sin fundamentos. En lugar de ello, deben evaluar con lupa y concienzudamente cómo una clase gobernante ha utilizado su tiempo en el poder para beneficiar a la nación y a sus ciudadanos.
Cuando un presidente busca la reelección, ya no puede depender exclusivamente de la retórica o las promesas futuras para ganar el favor del electorado. Para su bien o para su mal, ya tiene una obra hecha. Buena o mala, mucha o poca, debe enfrentarse al espejo con su propia imagen, y ese es su verdadero rival.
Debe enfrentar un escrutinio minucioso de su gestión, analizando cada política implementada, cada decisión tomada y cada impacto generado. Los logros deben ser evidentes y tangibles, capaces de resistir el escrutinio más riguroso.
Los ciudadanos deben evaluar diversos aspectos durante la consideración de un gobierno en ejercicio para la reelección. La economía, la educación, la salud, la seguridad y el medio ambiente son solo algunas áreas cruciales que deben ser evaluadas.
¿Han logrado quienes están en el poder mejorar la situación económica del país, reducir la pobreza y promover la creación de empleo? ¿Se ha mejorado el sistema educativo y se han ofrecido oportunidades equitativas para todos los ciudadanos? ¿Se han implementado políticas efectivas para garantizar el acceso universal a la atención médica de calidad? ¿Se ha fortalecido la seguridad nacional y se ha protegido eficazmente a los ciudadanos de amenazas internas y externas? ¿Qué medidas se han tomado para abordar los desafíos ambientales y proteger el planeta para las generaciones futuras?
Además de evaluar el desempeño en estas áreas clave, los electores también deben considerar el modo en el cual se ha ejercido el poder desde un punto de vista ético y de conciencia de ciudadanía.
¿Han tomado responsabilidades en el ejercicio de sus funciones? ¿Ha demostrado un compromiso profundo con el bienestar del país y su gente, o se ha fallado en este aspecto crucial de cualquier gestión de gobierno?
Es esencial que los ciudadanos tomen conciencia y control de su poder. Sí, la soberanía reside en ellos, eso es totalmente cierto. Pero no se puede tomar esto como un simple lema político, hay que ponerlo en acción.
Toca a la responsabilidad de los votantes tomar una decisión informada sobre si los aspirantes a la reelección merecen o no otro mandato en las posiciones más altas de la nación.
En última instancia, la reelección presidencial no debería basarse en una confianza entregada sin razón, en una lealtad sin revisión profunda, en una mal entendida lealtad partidista o en un cheque en blanco.
Debe ser el resultado de una evaluación exhaustiva y crítica del periodo de mando que toca a su fin. Los ciudadanos tienen el derecho y la responsabilidad de evaluar y de votar en consecuencia, porque es nuestro derecho hacerlo teniendo en mente el progreso del país y el bienestar de nuestras familias.