Las recientes elecciones presidenciales celebradas en Turquía suscitaron una inusual atención de parte del mundo entero, ya que el panorama lucía totalmente incierto.
Por un lado, el todopoderoso presidente actual, Recep Tayyip Erdogan; y por el otro un líder opositor fortalecido, Kemal Kiliçdaroglu. Nadie se atrevía a hacer predicciones ante una confrontación extremadamente cerrada, aunque sí se aventuraron a ver la diminuta luz al final del túnel, con una coalición de partidos opositores ganando fuerza y pensando que era posible poner fin a un mandato de más de 20 años. Muy especialmente porque es señalado de haber incrementado su talante autoritario en la última década. Sin embargo, los resultados coincidieron con la percepción de que las fuerzas estaban parejas. Ninguno logró llegar al 50% de votos que exige la legislación del país para declarar una victoria incuestionable de alguno de ellos. Es así como Turquía celebrará el 28 de mayo la segunda vuelta en la que Erdogan se juega su futuro político. Entre los elementos que hay que tener en cuenta al analizar la segunda cita comicial, destacan el inesperado pero potente aguijonazo de la oposición, la fortaleza de Erdogan, el auge nacionalista del país y el difícil equilibrio de Kiliçdaroglu con los kurdos. Todo ello anticipa una segunda vuelta con ventaja para el presidente, aunque nada está escrito en asuntos electorales. Para los observadores, se trata de las elecciones más importantes de Turquía en las últimas décadas. El presidente Erdogan ha sufrido el desgaste de 20 años en el poder, sin embargo ha resistido a una oposición unificada. En los últimos conteos, el mandatario actual estuvo muy cerca de una mayoría absoluta con el 49,4% de los votos. Esto es unos 27 millones de sufragios a su favor, según la agencia estatal Anadolu. Incluso la agencia independiente Anka le otorga 26 millones de papeletas al oficialista. Mientras tanto, el candidato opositor se quedó en 44,9%de votantes, según la misma Anadolu. Es decir, alrededor de 24,5 millones de votos. El tercer contrincante, Sinan Ogan, consiguió un 5%. Parecería que queda fuera de juego, por la enorme diferencia con los dos candidatos que encabezaron los votos. Sin embargo, ya sabemos que en la segundas vueltas electorales estas aparentes minorías marginadas de las grandes tajadas de la torta terminan siendo muy cotizadas alianzas, que pueden revertir la tendencia manifestada en la primera vuelta. Mientras tanto, en el Parlamento, Erdogan pierde apoyo; pero una alianza con los ultranacionalistas mencionados anteriormente, le permite mantener la mayoría absoluta. En cuanto a la oposición, prácticamente todo ese bloque político se había puesto de acuerdo para votar a Kiliçdaroglu, quien lleva 13 años dirigiendo el llamado Partido Republicano del Pueblo, el principal partido de la oposición y de la llamada “Mesa de los Seis”, formada por ese número de partidos opositores. A ellos se sumó la formación Partido Democrático de los Pueblos. Las expectativas creadas por esta jugada política fueron demasiado altas. La mayoría de las encuestas daban al líder opositor como ganador, algunas de ellas incluso con mayoría absoluta en la primera ronda. Para muchos críticos de Erdogan, esta podría ser la última oportunidad de derrotar democráticamente a un presidente señalado por su autoritarismo creciente. Uno de los argumentos para pensar que el mandatario era derrotable, tenía que ver con el hecho de que la nación estaba montada por encima del 50% anual de inflación. Otro elemento a favor de pensar en un posible cambio de rumbo para la nación era –o aún es– el hecho de que el candidato opositor dio un salto, de un 30,6% en las presidenciales de 2018 al 44,9% actual. Y en ese sentido hay que apuntar que el aumento se debió al apoyo de los otros dos candidatos opositores que se presentaron en 2018 y que en esta oportunidad se unieron a Kiliçdaroglu, con el fin de hacer más posible una derrota del aspirante a la reelección. Una vez más es difícil hacer predicciones, ahora para la segunda ronda. Especialmente porque, si nos atenemos a los resultados actuales, Erdogan está a apenas medio punto de la mayoría absoluta. Esto, en un escenario donde la diferencia entre ambos es de más de dos millones de votos. Sin embargo, entran también en la ecuación los casi tres millones que obtuvo el tercer candidato, Sinan Ogan, y que serán clave en el resultado final. Resultará muy difícil para el opositor Kiliçdaroglu mantener el equilibrio entre su variopinta y frágil coalición. Además le costará atraer los votos de Ogan, con quien ha tenido diferencias profundas e irreconciliables en el pasado, las cuales deberían quedar atrás en caso de un eventual pacto. Algo que luce más fácil de decir que de hacer.