Tras varios días de inciertos rumores al respecto, finalmente la Casa Blanca confirmó un encuentro reciente con la administración venezolana de Nicolás Maduro. En dicha reunión se abordaron varios temas, incluyendo energía y seguridad energética, según la portavoz del gobierno estadounidense, Jen Psaki.
De acuerdo a la agencia de noticias Reuters, la delegación estuvo compuesta por Juan González –el principal asesor de la Casa Blanca sobre asuntos latinoamericanos-, el embajador James Story y Roger Carstens, enviado especial de EE.UU.
Lo cierto es que un sector político que ha utilizado la etiqueta “antiimperialismo” para definirse a sí mismo y para mercadearse ante el país y el mundo entero, ahora celebra que haya una luz al final del túnel en las relaciones con el gobierno de Estados Unidos. El mismo que han tachado de imperialista desde hace más de dos décadas.
Incluso a lo interno, hay una confusión gigantesca en la tolda roja, porque no saben qué hacer con la papa caliente en la que se ha convertido hoy en día su amistad con el dictador ruso Vladimir Putin.
Al día de hoy, los refugiados ucranianos en países vecinos superan los dos millones; mientras los expertos señalan los numerosos crímenes de guerra que este nefasto personaje ha cometido sin el menor pudor. Uno de ellos, y por solamente mencionar un ejemplo: el bombardeo a un hospital infantil.
El discurso de este grupo político ha pasado de un irrestricto apoyo a quien ha sido su socio comercial por años, a un llamado al diálogo que los limpie y los desmarques de tanto horror. Sin embargo, algunos se empeñan aún en seguir intentando piruetas éticas y morales para justificar lo indefendible, en medio del espanto que recorre al planeta.
Desde algunas trincheras se critica el pragmatismo excesivo de parte de Washington, al sentarse a negociar con una administración con la cual ha mantenido desacuerdos de fondo.
Pero esos mismos que critican, no miden la facilidad con la que, desde Caracas, se bajó la guardia ante quienes representan al que ellos mismos han caracterizado como el peor de los males de la humanidad.
Ahora, y volviendo a los terrenos del pragmatismo, cabe la pregunta: ¿qué tan capaz será la industria petrolera venezolana actual de saciar el hambre de energía de la primera potencia mundial?
Por ahora, el titular de la Cámara Petrolera de Venezuela, Reinaldo Quintero, le dijo al grupo noticioso inglés BBC que el país podría aumentar su producción de petróleo en 400 mil barriles por día, para ayudar a reemplazar el petróleo ruso.
Quintero aseguró que se cuenta con la infraestructura para elevar sus niveles de producción de los actuales 800 mil barriles diarios a 1,2 millones, con el fin de satisfacer algunas de las necesidades del mercado norteamericano.
Sin embargo, según declaró el experto petrolero venezolano Horacio Medina a NTN24, nuestra industria no tendría capacidad de producción, ni capacidad de reacción en el corto plazo para la producción de 200 o 300 mil barriles adicionales en el término de tres meses. “Es imposible», agregó.
Mientras tanto, Estados Unidos no se duerme en el aparato. En primer lugar, está agenciándoselas para utilizar sus propias reservas y aumentar la producción en casa; mientras ha recibido ofertas de otras naciones como la vecina Canadá.
Así que no nos engañemos. Aún no hay nada escrito sobre este nuevo acercamiento y este intento EE. UU está explorando todas las posibilidades y viendo hacia todos lados en su tarea de sancionar a Rusia, mientras a la vez cumple con su deber de asegurar que el impacto sea mínimo en la cotidianidad de la ciudadanía estadounidense. Venezuela es apenas una pieza más en el tablero de esta guerra. Quienes se sienten con la sartén agarrada por el mango están dejando mucha información fuera del cuadro.
No es fácil, Putin no se la está poniendo sencilla al mundo en ningún sentido. Tenemos que reinventarnos y ceder, negociar, entender la circunstancia. Esta situación no es permanente y en el camino se enderezarán las cargas.
Lo que nos queda decir es que esperamos que todo esto sea para bien. Estados Unidos fue durante muchos años nuestro principal socio comercial, en una relación armoniosa de largo aliento que terminó siendo enrarecida por posiciones ideológicas que no aportan nada a nuestro bienestar y que al final terminan haciendo mucho daño a la nación.
La comprometida situación mundial está haciendo que se caigan muchas caretas y sobre este reinicio en muchos aspectos de las relaciones internacionales, quizá podamos construir algo mejor.
En este caso específico, nos referimos a una nueva etapa en nuestras relaciones con el gobierno estadounidense, sin que esto implique ceder en valores y principios. Es posible.