Comenzando a ver con distancia lo acontecido en la cita electoral del pasado 21 de este mes, la mayor urgencia que tenemos por delante es aprender.
Sabemos que no hay sustituto para la victoria; pero nos quedan valiosas lecciones de este esfuerzo, así como resultados que son prometedores.
Y hoy queremos recalcar que todo, lo bueno y lo no tan bueno, suma al avance y a la construcción de un estado Miranda y de una Venezuela que se mueven hacia una transformación positiva, que no podrá ser detenida porque la historia no se devuelve.
La primera y quizá la más contundente es que nunca, jamás, podremos salir de este bache histórico si los candidatos de las fuerzas democráticas no pasan por unas primarias antes de asistir a cualquier cita comicial.
Ese fue nuestro planteamiento desde el primer día, porque somos demócratas, creemos en la democracia y queremos ejercerla.
Por supuesto que es una gran noticia que haya diversos aspirantes con deseos legítimos a un cargo de elección popular. Es algo que deseamos y que celebramos.
Pero no vamos a ahondar en la circunstancia por demás conocida de cómo se ejerce el poder avasallante en la Venezuela actual. Es por eso que, si queremos un mejor futuro para los nuestros, hay que apuntalar estrategias inteligentes para salir adelante.
Lamentablemente nos saltamos ese paso crucial, y no nos referimos solamente al caso particular que nos atañe. La dispersión de candidatos dividió al votante que quería el cambio, un error garrafal que se terminó pagando con la entrega en manos del oficialismo de un número desproporcionado de gobernaciones y alcaldías, que no se corresponde con el verdadero sentir de la ciudadanía. De una ciudadanía que quedó atrapada entre las contradicciones de una dirigencia que no atinó a hacer lo que tenía que hacer.
Lamentablemente fue lo que sucedió en el caso de Miranda, donde hubo una propuesta clara desde el primer momento. Las dudas y las contramarchas hicieron perder un tiempo sumamente valioso. No hubo primarias, no valieron las encuestas y se puso una contradicción en bandeja de plata a quienes no quería un destino nuevo y diferente para nuestra entidad.
Hoy estamos digiriendo el trago amargo de ver que ha sucedido lo que no queríamos y que tanto luchamos por evitar.
No descalificar al voto es la segunda lección. Sí, debemos muchos de nuestros reveses a ese posicionamiento de la abstención como protesta o como forma de manifestar nuestra opinión, cuando la asistencia masiva de votantes de nuestra acera política a las urnas es la manera más segura de ir empujando ese muro que se interpone entre nosotros y el país que merecemos.
Cierto es que la configuración de poder en los últimos años ha llevado al elector a descorazonarse y a percibirse a sí mismo como derrotado, antes de hacer lo que tiene que hacer.
También lo hemos dicho, es una actitud comprensible y humana, ante tantos tragos amargos que los venezolanos hemos enfrentado. Pero la cabeza fría es un requisito de la acción política y no es eso lo que estamos viendo.
Nos permitimos disentir de cualquier corriente abstencionista con hechos. Hechos tales como que logramos preservar nuestros cuatro municipios vitrina del estado Miranda: Baruta, Chacao, El Hatillo y Los Salias fueron defendidos por el voto activo de sus vecinos demócratas. Ganamos las Alcaldías de Zamora (Guatire) que nunca en 20 años se había podido ganar y recuperamos la Alcaldía de Carrizal. Y el sentimiento de estas comunidades es exactamente el mismo que el de la gran mayoría de la nación.
Lamentablemente, aún estamos muy lejos de entender que debemos remar todos en la misma dirección. ¿Lo sucedido el 12 de noviembre nos acercarán más a esa certeza?
Esperemos que sí. El cerrado resultado que mantuvo la gobernación de Miranda en manos del oficialismo, ha podido ser cómodamente revertido con primarias y reduciendo la abstención.
Lecciones muy caras, que costaron el progreso y el bienestar de los mirandinos. Lecciones que solamente tendrán sentido si trabajamos en función de cambiar las realidades.
La tercera lección y la más esperanzadora, es que los venezolanos queremos un camino nuevo. Nos referimos a Fuerza Vecinal, que es el activo más valioso que queda de estas luchas.
La receptividad en nuestros recorridos, la alegría por una posibilidad de cambio, la sintonía con lo que realmente quiere la gente; las victorias de los lideres que apoyamos, nos dejan el buen sabor de haber representado un sentimiento que arropaba a todo el estado Miranda y que es referente de lo que realmente palpita en nuestra patria.
Nos queda la certeza de que hemos comenzado a construir algo nuevo y bueno desde abajo, desde las bases, como debe ser. Algo lo suficientemente sólido como para crecer, trascender y empujar el cambio.
No nos arrepentimos de haber pegado el oído a la calle, ni de haber actuado en consecuencia. Ha valido la pena.