El reciente anuncio de la Plataforma Unitaria de Venezuela, en cuanto a apoyar la participación en las próximas elecciones regionales, es sin duda la mejor noticia que podemos recibir en estos momentos tan adversos para nuestro país.
El comunicado leído cuando se dio a conocer la noticia, habla de “un difícil proceso de deliberación interna que contó con la participación de líderes locales, regionales y nacionales”.
“Nos mueve la difícil situación que atraviesa nuestro país, el sentido de urgencia para encontrar soluciones permanentes a nuestros padecimientos y el propósito de fortalecer la unidad”, agregaron.
Que los caminos para llegar a estos acuerdos hayan sido tortuosos y complicados, era de esperarse. No era una decisión fácil. Y, aunque desde esta tribuna siempre hemos defendido la participación, es el momento oportuno para aclarar que siempre hemos entendido los argumentos de quienes se oponían a la idea.
El asunto es que, aunque estábamos de acuerdo en el diagnóstico de la dramática situación que atravesamos, la visión de nuestro plan de acción para enfrentarla, era exactamente la opuesta. La acción y no la inacción. La unidad y no la dispersión.
Y creemos que este es un punto medular para partir en el nuevo pacto unitario, que se consolida hoy, pero que hay que ir hilando de manera fina y permanente, hasta el día de los comicios.
Nos referimos al hecho de que estos amplios sectores que desde esta semana marchamos juntos, tenemos más cosas en común que diferencias. La urgencia por salir de la crisis laberíntica, los principios y valores de la venezolanidad, que hay que rescatar y consolidar; la urgencia de un plan realista, viable y con visión de futuro.
Estamos haciendo política, en el sentido más elevado de la palabra. Y me refiero a debatir, a discutir, a tener desacuerdos; pero también a sentarnos a hablar. A hacerlo con pasión, incluso a levantar la voz y hasta a darle un golpe a la mesa; pero volver a sentarnos tras respirar profundo y contar hasta diez, porque es a eso a lo que mandan la sindéresis y el objetivo infinitamente superior a cualquier miopía o mezquindad.
Porque eso es política: un esfuerzo por encontrar acuerdos, por hacer piso común, por sentarse a hablar con quienes no piensan igual que nosotros, con el fin de construir una propuesta viable, para el bien común. Y, sobre todo, con el propósito de evitar males mayores.
Es por eso que, más allá de las diferencias, jamás hemos dejado de hacer el llamado al objetivo unitario. Un objetivo que puede parecer contradictorio, porque abraza a quienes no están de acuerdo con nosotros; pero que, justamente por eso, se constituye en el mejor ejercicio de democracia que podemos regalarle al país en este momento. Porque no nos cansamos de decirlo: Venezuela necesita tanta democracia como sea posible, y los primeros llamados a fortalecerla somos quienes adversamos la desgracia actual, por más diversos que sean los matices entre nosotros.
Más urgente aún es la unidad, cuando uno de los elementos que obliga a que marchemos juntos es la certeza de que en estos momentos las condiciones en las cuales decidimos accionar no son las mejores.
Pero las elecciones regionales de noviembre son un terreno de lucha, una oportunidad. Y precisamente, por la escasez de oportunidades que define el panorama actual, no podemos dejar pasar por alto la única que tenemos a la vista en el momento presente.
Todo ejercicio del músculo democrático y electoral es no solamente una oportunidad en sí misma, sino además la ocasión para ir construyendo y robusteciendo a una nación empeñada en buscar una solución, ante un destino que no merece.
Y esto lo han tenido claro muchos. Pero abordar la participación sin pasar por la unidad, es sencillamente suicida.
Tenemos fe en que el importante paso adelantado esta semana tenga por consecuencia la suma consecutiva de voluntades en cantidades exponenciales, que permita hacer una diferencia incuestionable y avasallante a favor del cambio en noviembre.
De esta oportunidad se derivarán otras que, si sabemos aprovechar, irán construyendo el camino para la Venezuela alternativa a la cual tenemos derecho.
Estamos ante un panorama favorable en medio de la adversidad y esperemos que quede presente para el futuro próximo esta conclusión: la mejor salida para situaciones tan complejas como la venezolana, es acudir a votar en unidad. No es fácil, por supuesto que no lo es, y bien que lo sabemos en carne propia. Pero es que parte integral de esa estrategia la constituye la perseverancia.
Amanecemos hoy más optimistas que nunca. Este paso nos coloca en una mejor posición para lograr cambios concretos.
Y recodemos siempre: nunca podemos perder de vista que no votar no es un acto de protesta, es un acto de rendición.