En plena celebración del 5 de julio como fecha fundacional de nuestra nación, cabe invitarnos a nosotros mismos a la reflexión: ¿qué significa la independencia para los venezolanos en el siglo XXI?
Porque esta efeméride siempre nos remite a la historia, a repasar y a revisar hechos ya pasados, lo cual por supuesto es excelente. Porque el primer elemento que se necesita para consolidar la identidad del terruño es conocer su historia y aprender de ella.
Y sin duda podemos aprender mucho de un día histórico que fue eminentemente civil e impulsado por el intelecto de los hombres más preclaros de aquel momento.
Hay que recordar que el 5 de julio de 1811 fue la consecuencia de un debate de varios días en el Supremo Congreso de Venezuela, nuestro poder Legislativo de aquel momento. Y que, con 40 votos a favor, se decidió declarar la independencia. Un hecho eminentemente democrático y revestido de civilidad.
Tras ello, el diputado Juan Germán Roscio y el secretario del Congreso, Francisco Isnardi, elaboraron el Acta de la Declaración de Independencia. De esta manera, se da luz verde al legítimo nacimiento de nuestra patria.
Fue un hecho audaz, que reventó convencionalismos y desafió los moldes establecidos, que pretendían negarnos nuestra personalidad como nación.
Y en mucho fue posible por el conocimiento de sus impulsores, quienes sabían como se había desenvuelto la formación de otras naciones en el continente, así como procesos políticos que cambiaron al mundo.
Fue el caso de la declaración de Independencia de los Estados Unidos, la Revolución francesa y la Revolución haitiana.
Y tuvimos la bendición de contar con un Francisco de Miranda, con un Simón Bolívar, quienes se atrevieron a impulsar nuestro cambio de igual manera.
Una vez más queda demostrado que el conocimiento es poder.
Sin embargo, y como planteábamos al principio, está bien volver hacia atrás la mirada en la historia, para conocer, para aprender, para tomar referencias y aplicarlas a nuestro presente y nuestro futuro. Pero solamente como referencia.
Porque, si no, ¿qué significa la historia? ¿De qué vale reverenciar a los fundadores de nuestro gentilicio, si no somos capaces de tomar las acciones que nos corresponden aquí y ahora?
Y cabe entonces la pregunta: si nuestros próceres estuvieran con nosotros hoy, ¿a qué tarea dedicarían su genio, su esfuerzo, su intelecto?
Porque tenemos otra independencia pendiente. Y es un hecho: el venezolano de hoy debe librar una tenaz batalla por ser realmente independiente.
Creemos que es poco lo que se puede discutir respecto a esto. La independencia que debemos abordar como colectividad en el día de hoy, es la económica. Y urge.
La ciudadanía no puede calificarse de independiente, cuando a duras penas logra ganar un ingreso para apenas subsistir. Y eso no va a cambiar si no se trabaja en una economía productiva y, vamos a decirlo, próspera. Una palabra que no debe ruborizar y ante la cual no podemos sentir vergüenza, porque es nuestro legítimo derecho.
Y quien pretenda confiscarnos nuestro bienestar, simplemente lo hace porque tiene una agenda política oculta de poder, en la cual el sometimiento de la gente es un objetivo clave para poder reinar sin limitaciones. Sin las limitaciones que impone una sociedad robusta.
Al ser humano del siglo XXI le son inherentes derechos como el de la vivienda, la formación, los estudios, los servicios de salud, el acceso a la tecnología y tantos otros, que naufragan aquí en medio de la desidia, la falta de un plan, la ausencia de conocimiento y el foco en intereses que no son los mejores para los venezolanos.
Y todos sabemos que no hay derecho a eso en nuestra tierra. Porque sí es cierto que tuvimos la fortuna de nacer en un lugar rico y generoso; pero en un momento histórico en el cual está siendo nefastamente administrado.
Un Estado hipertrofiado pretende tener absoluto control sobre la vida ciudadana, cuando es el ciudadano quien debe controlar a su gobierno. Y esto no se logra sino a través de la verdadera autonomía de todos nosotros. Eso es independencia.
Porque el venezolano tiene el derecho a decidir cómo y dónde quiere vivir, qué desea estudiar, a qué actividad desea dedicar su vida, a adquirir su vivienda, a dar la mejor educación posible a sus hijos, para que sean mucho mejores que la generación anterior.
El único límite al bienestar y a la excelencia del venezolano debe ser su propio esfuerzo, que cada uno de nosotros pueda llegar tan lejos como se lo gane con su trabajo y que para ello tengamos un país con las mayores posibilidades en todo sentido.
Hoy estamos muy lejos de esto. Pero si lo hicimos una vez, podemos hacerlo de nuevo. Que la épica de hace 210 años inspire nuestra tarea de hoy.