En tiempos en los cuales los venezolanos parecemos más abandonados que nunca en cuanto a esperanzas, aparece la gran noticia de la beatificación de nuestro José Gregorio Hernández. Esto nos devuelve la sonrisa y nos regala una gran alegría en momentos adversos.
Y es que si algo hermana a nuestro gentilicio, es la figura de ese médico que nos enorgullece, que es cálida y cercana, pero a la vez mística. Es nuestra conexión con la fe, con lo trascendente, en momentos en los cuales nos sentimos abandonados de todo.
Pero también es un ejemplo, porque fue un científico, un estudioso, un humanista y un profesional de primera línea. Su herencia para nuestra patria es espiritual e intelectual al mismo tiempo. No solamente es nuestro nuevo beato, también es un ser humano trascendente.
De esta manera, el llamado “médico de los pobres” se convirtió en el primer compatriota en ser elevado a los altares del país, luego de que la Iglesia avalara uno de los que parecen ser sus numerosos milagros.
«Con nuestra autoridad apostólica concedemos que el venerable Siervo de Dios José Gregorio Hernández Cisneros, fiel laico, experto en la ciencia y excelente en la fe, que reconociendo en los enfermos el rostro sufriente del Señor como el Buen Samaritano, los socorrió con caridad evangélica curando sus heridas del cuerpo y del espíritu, de ahora en adelante sea llamado beato».
De esta manera lo expresaba el documento oficial emitido por el Papa Francisco, leído por el nuncio apostólico de Venezuela, Aldo Giordano, ante 150 invitados en la iglesia del colegio La Salle, en Caracas, el pasado día 30 de abril. Una fecha que quedará para nuestra historia.
El expediente vaticano de la beatificación no avanzó hasta que Francisco y los expertos de la iglesia católica reconocieran lo que parece ser un milagro, la salvación milagrosa de la niña Yaxuri Solórzano, que recibió un disparo en la cabeza cuando fue asaltada junto a su padre en un caserío del estado Guárico, en 2017.
Lamentablemente, las celebraciones masivas que eran de esperarse y que son las que nacen en el corazón de nuestros ciudadanos cuando de José Gregorio se trata, han debido ser postergadas por causa de la pandemia del COVID-19 y su intenso resurgimiento en el país.
Sin embargo, a la vez, todos nos preguntamos si pudo haber sido más propicio el momento para alcanzar la tan largamente esperada beatificación de este hijo ilustre de los Andes venezolanos.
No solamente se trata de la coyuntura de salud que atraviesa Venezuela en este momento, sino de la multiplicidad de problemas que arrastramos desde hace tanto, que se solapan unos con otros, que disparan nuevas adversidades y que asolan a toda nuestra ciudadanía.
La llegada de la noticia ha hecho renacer la esperanza perdida en el alma de los venezolanos. Es un momento de felicidad en sí; pero también alimenta una fe en el futuro que muchos han extraviado. Sin duda, el espíritu es un salvavidas certero cuando la oscuridad nos acorrala.
Pero el momento es también propicio para ahondar aún más en la existencia rica y llena de matices de este referente de la espiritualidad venezolana. Y es que su vida estuvo llena de numerosos y llamativos detalles, que lo configuran como un ejemplo a seguir en muchos sentidos.
Su nombre completo era José Gregorio Hernández Cisneros. Nació en el pequeño pueblo trujillano de Isnotú, el cual se ha convertido en un emblemático lugar de peregrinación para los creyentes, impregnado de una paz especial, que sin duda se debe a su significado religioso. Vivió en este mundo desde el 26 de octubre de 1864, hasta su trágica muerte en Caracas, 29 de junio de 1919. Fue atropellado por un automóvil, una forma de morir insólita en aquellos tiempos.
José Gregorio fue médico, científico, profesor, filántropo de vocación católica, y franciscano seglar venezolano. Ha sido venerado por hispanohablantes alrededor del mundo.
Al graduarse con el título de Doctor en Medicina, el 29 de junio de 1888, hablaba inglés, francés, portugués, alemán e italiano y dominaba el latín y hebreo, era filósofo, músico y teólogo.
Fue además un estudioso, un intelectual, un maestro, un ciudadano. Un hombre de ciencia, pero a la vez de muy elevada talla espiritual.
Cuando la venezolanidad parece desdibujarse en discusiones estériles, que pretenden poner asfixiante un corsé ideológico a lo que se supone debe ser nuestra idiosincrasia, las noticias nos devuelven el foco hacia un hombre que no solamente logró trascender con su ejemplo de bondad suprema. También hizo lo que tenía que hacer en la tierra.
José Gregorio es el modelo de venezolano ejemplar, incluso para los no creyentes. Es un referente cultural y un personaje que arropa a toda nuestra gente.
En esta ocasión, sí tenemos motivos de sobra para celebrar.