Cuando el COVID-19 nos tomó por sorpresa muy tempranamente este año, el mundo entero no sabía qué hacer. Por supuesto, en todas partes se tomaron las medidas convencionales ante una amenaza de este tipo.
Una de estas medidas fue el confinamiento o la cuarentena, que ordenaba permanecer en casa por un tiempo suficientemente largo como para reducir la velocidad de multiplicación del virus.
Sin embargo, y luego de que prácticamente todo el planeta adoptara en mayor o menor grado la drástica medida, hemos sido sorprendidos esta semana por nuevas declaraciones emitidas por la Organización Mundial de la Salud, en las cuales se alerta sobre las consecuencias negativas del aislamiento y se prescribe que esta medida no debe ser la principal para atacar la pandemia.
El aislamiento ante epidemias ha sido utilizado desde hace 3.000 años, aunque a veces de forma indiscriminada y no siempre con los resultados esperados. Históricamente, la cuarentena fue utilizada como un método drástico para contener la expansión de enfermedades contra las que la medicina no tenía recursos. Frente a la lepra o la famosa peste bubónica, contra la fiebre amarilla, el cólera, el tifus o la llamada gripe española de 1918, era el último recurso cuando estas dolencias se extendieron por el mundo.
Pero ahora, cuando se nos ha ido buen aparte del año 2020 en distintos niveles de aislamiento, recibimos esta noticia: “En la Organización Mundial de la Salud no abogamos por las cuarentenas como el principal medio de control de este virus”, según dijo el doctor David Nabarro, uno de los seis enviados especiales de la OMS para la COVID-19, en una entrevista con el medio británico The Spectator.
Y continuó: “El único momento en que creemos que una cuarentena está justificada es para ganar tiempo para reorganizar, reagrupar y reequilibrar sus recursos, y para proteger a los trabajadores de la salud que están agotados. Pero, en general, preferimos no hacerlo”.
El especialista, encargado de la OMS para el coronavirus en Europa, explicó que los bloqueos “solo tienen una consecuencia que nunca hay que menospreciar, [y que] es hacer que la gente pobre sea mucho más pobre”.
Según Nabarro, el impacto económico en los países pequeños y el aumento de los niveles de pobreza son dos efectos importantes de las cuarentenas, como también lo son las pérdidas de los pequeños agricultores, porque sus mercados han sido golpeados.
Meses atrás manifestamos nuestras dudas e inquietudes a este respecto. Detener al mundo para atajar al nuevo coronavirus sonaba como lo más lógico; pero a medida que esta herramienta se prolongaba en el tiempo, comenzaba la preocupación por el impacto en la economía y específicamente en los ciudadanos con menores recursos.
La discusión incluso tomó matices políticos extremos, olvidando que quizá debíamos estar abiertos a escuchar todas las posiciones y encontrar así un justo centro.
Debemos, sí, mantener medidas estrictas como la distancia social, las mascarillas y el lavado de manos; pero a la vez siguiendo adelante.
Toca, con esta nueva declaración de la OMS, replantear la estrategia mundial con nueva visión y perspectiva.
David Uzcátegui.