Ya hemos superado el mes desde que la Organización Mundial de la Salud oficializó que el nuevo coronavirus COVID 19 era una pandemia, y numerosos países reúnen varias semanas de cuarentena, en un intento por atajar el avance de esta enfermedad, que ya ha demostrado que puede ser letal y que, de hecho, supera hasta el momento los dos millones de contagiados en todo el planeta, superando las ciento treinta mil muertes.
La incertidumbre sigue reinando, y con el mundo casi detenido, la pregunta es: ¿cuándo retornaremos a la normalidad?
La respuesta no parece ser alentadora. Sencillamente no lo sabemos y, en todo caso, lo que tenemos a la vista de modo más inmediato es una prolongación de las medidas que han sido tomadas en numerosas naciones para permitir salvar vidas.
Calles normalmente congestionadas están vacías y las familias se atrincheran en sus casas. Muchos de quienes se atreven a salir de sus hogares intentan mantener la llamada distancia social de seguridad con cualquiera que se encuentren, aunque estén haciendo colas para comprar productos que antes ignorábamos y que ahora son muy solicitados, como un elemental jabón.
Los padres tratan de mantener la calma y de ver cómo se las ingenian para cuidar a sus hijos durante el cierre de las instituciones educativas, quizás para lo que resta del año escolar. Y los restaurantes están vacíos, excepto algunos que intentan mantenerse a flote mediante el reparto a domicilio.
Esta es la nueva normalidad en la mayoría de las naciones.
¿Alguna pista de cuánto tiempo más podría estar el mundo en esto?
El primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson, afirmó que cree que el país puede “cambiar el rumbo” de la lucha contra el brote en las próximas 12 semanas, lo cual pondría la vista en mediados de julio, pero no existe una visión clara de cuáles serían esos cambios.
En Estados Unidos, el presidente Donald Trump declaró esta semana que Estados Unidos estará lidiando con la crisis hasta julio o agosto, una proyección semejante a la de Johnson. Y hay que subrayar que Trump es uno de los líderes mundiales más optimistas frente al tema. Su urgencia por reanudar la normalidad para evitar daños profundos a la economía, ha sido ampliamente criticada; aunque otros entienden su punto de vista, ya que el prolongamiento de la inactividad puede afectar también a sectores menos favorecidos.
Sin embargo y en la localidad más afectada del mismo país, el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, señaló que el número de casos de coronavirus en el estado podría alcanzar su pico, en aproximadamente unos 45 días. Solamente a partir de allí se podría comenzar a ver un descenso, el cual debería ser monitoreado, para establecer unas proyecciones que permitan aventurar posibles fechas de reinicio de actividades, siempre ene forma paulatina y escalonada, manteniendo esas normativas sociales y de higiene a las cuales nos hemos acostumbrado en las últimas semanas.
¿Cuál sería el riesgo de no mantener todas estas previsiones? Basándose en los datos de China y de los cruceros afectados por la pandemia, los científicos estiman que a menos que se tomen medidas para contener la propagación, cada afectado podría transmitírselo a otras 2 o 3 personas, lo que provocará un crecimiento exponencial del virus.
Si el virus pasa a una nueva persona cada dos o cinco días, según los cálculos de los expertos, una única persona contagiada podría generar más de 4 mil casos en un mes, asumiendo que no se haga nada para frenar esta cadena de transmisión.
Gran parte de los hombres de ciencia opinan que la lucha contra el COVID-19 no terminará hasta que haya una vacuna efectiva. Pero renombrados expertos internacionales coinciden en que pasará más de un año hasta que exista una aprobada para su uso extendido.
¿Vamos entonces hacia un confinamiento social de un año? Es algo que luce desde todo punto de vista inviable. ¿Cuál es la alternativa?
Una propuesta más viable podría ser un “plan de restricciones intermitentes” y un mejor monitoreo para controlar la enfermedad, una idea explorada en un nuevo estudio de investigadores del Imperial College de Londres.
Una vez el número de nuevos casos se sitúe por debajo de una determinada cifra, las escuelas, oficinas y restaurantes podrían reabrir. Pero si el número de contagios vuelve a repuntar, las restricciones volverían a entrar en vigor. Este es un plan que se ha difundido y que se está afinando como una solución intermedia, que permita ir reactivando sectores sociales a partir del cumplimiento de ciertos supuestos.
Si algo queda claro, es que profesionales valiosos en todo el orbe, están abocados tanto a atajar esta amenaza como a devolvernos paulatinamente a la normalidad cuando la prudencia lo permita.
David Uzcátegui.